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La RAE define partidismo como la "adhesión o sometimiento a las opiniones de un partido con preferencia a los intereses generales". Podría añadirse que también con preferencia a la conciencia personal. Pero, dado que el partidismo es indisociable de los partidos como parte de su naturaleza y refuerzo de su estructura, que los partidos son la única articulación posible de las democracias y que estas, como dice la famosa frase atribuida a Churchill, son el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado, el partidismo debe aceptarse como mal menor indisociable de un bien mayor. Incluso cuando, contra toda evidencia racional y todo dato de la realidad, se convierte en el sectarismo que es la forma política e ideológica del fundamentalismo religioso.
Véase el caso de la próxima visita de Pedro Sánchez para apoyar al alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz. Para los socialistas partidistas Sánchez suma porque representa al partido y este está por encima de todo como única garantía estructural de progreso en igualdad, rozándose el sectarismo en el caso de Sánchez dado el tamaño de las ruedas de molino con las que han de comulgar sus partidarios y el dislocamiento de cuello al que les obliga mirar para otra parte. Para ellos si su apoyo restara se debería a las campañas de la derecha política y mediática cada vez más extrema e incluso golpista (Felipe Sicilia dijo el pasado diciembre: "quisieron parar la democracia con tricornios y hoy han querido hacerlo con togas" en curiosa coincidencia con el Bolsonaro que denunció la "dictadura de la toga").
Para los socialistas críticos Sánchez puede restar más que sumar, pero la crítica, en los partidos, no suele desbordar círculos restringidos por aquello de que quien se mueve no sale en la foto, ser una estrategia más o menos pactada de los barones autonómicos para hacerse los fuertes frente a Madrid o tratarse del desahogo de ancianos militantes que poco o nada esperan y por lo tanto poco o nada tienen que perder. Los votantes sin carnet del PSOE quizás se taparán la nariz. Y para los ciudadanos que conforman el importante depósito del voto flotante -engrosado por el desplome de Ciudadanos- Sánchez resta más que suma.
En resumen: dado que en las municipales muchos votan la gestión más que la ideología y a la persona más que a las siglas, Antonio Muñoz por sí mismo tiene más posibilidades de ganar que apoyado por Sánchez.
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