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En las últimas semanas ha vuelto a la actualidad la situación que viven el convento del Espíritu Santo y el palacio Riquelme. Siendo dos de las muestras más sobresalientes de la arquitectura renacentista jerezana, cada edificio presenta, no obstante, problemáticas bien distintas.
El convento, de propiedad privada, lleva unos quince años cerrado, no parece tener graves problemas estructurales pero sí ha sufrido un casi total desmantelamiento de su amplia colección de bienes muebles. La noticia fue que se ponía a la venta por internet en Mil Anuncios, como si de un vulgar objeto de segunda mano se tratara. Tras ello, se despertó cierto interés mediático en los medios de comunicación. El modo de vender resultaba llamativamente desafortunado, tanto que la orden dominica se vio obligada a retirarlo del portal.
El palacio, de titularidad municipal, acumula décadas y décadas de abandono. Por perder, perdió hasta sus techumbres hace bastantes años. Tras una reciente y mínima consolidación sus ruinas fueron incluidas en las visitas culturales organizadas por el Ayuntamiento. Hace meses nos enteramos que había sufrido un derrumbe en su interior. La noticia ahora es que ha sido incluido en la lista roja de la asociación Hispania Nostra. La respuesta ha sido incluir la rehabilitación de parte del mismo en una solicitud de ayudas europeas.
Por desgracia, el temor a esos medios y redes sociales, que abren de vez en cuando estas heridas del patrimonio local, resulta ser un miedo transitorio, tan fugaz como el interés de la mayor parte de la ciudadanía por estos temas. En espera de la próxima señal de alarma, ambos monumentos, tan cercanos y lejanos al mismo tiempo en su naturaleza y estado, siguen sin la máxima protección de BIC y sin un proyecto de uso claro y convincente, cuestiones esenciales para garantizar un hipotético futuro.
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