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Por montera
En la sencillez esta la riqueza. Una playa sencilla, en la costa de una ciudad sencilla, habitada por gente sencilla es lo que convierte en uno de los lugares más ricos del planeta, a Sanlúcar de Barrameda. Tentada en varias ocasiones por grandes inversores para ser transformada en una metrópoli ha renunciado a tan magnos proyectos que traerían buen trabajo, un incremento económico considerable, y un cambio en su carácter, o no, definitivo. Sanlúcar deja que esos cantos de sirena se diluyan entre los vientos que soplan sobre la superficie del mar sin temer que se los lleven las olas. Aún con sus defectos, que los tiene endémicos, está segura de sí misma porque confía en su propio valor. Aunque se debe cultivar políticamente para tener el mejor futuro sabe mantener sus méritos del pasado. 178 años llevan celebrándose las Carreras de Caballos en las playas de Sanlúcar manteniendo su esencia sencilla que la elevó a categoría internacional. Solo hace falta para su desarrollo, la playa, los purasangre y los jinetes sobre sus lomos. Un aplicada organización pública para cerciorarse de la seguridad y dejarse llevar por esta formidable tradición de las turfs que se prolongan graciosamente hasta esas coloristas casetas donde los niños ofrecen sus apuestas. Las mejoras del recinto progresan cada año, así como las facilidades para responder a los ciudadanos. Una de las glorias de estas carreras es que disponen de uno de los hipódromos más democráticos que existen. Quien impone el calendario son los espíritus de las mareas. La playa y las carreras son para todos. La gente puede ver la competición desde la arena, no hay códigos de vestimenta, ni competición de pamelas o sombreros. A pie de playa se espera mientras se observa la calidad de la arena tras haber sido barrida. El trasiego de los coches de la Real Sociedad organizando cada contienda añaden temas para las tertulias . El sol empieza su ocaso cuando se aproxima a su línea. El mar se abre para dejarlo pasar hacia el siguiente hemisferio. En el cielo comienzan los absorbentes trazos heteróclitos de un arte sobrenatural. En ese crepúsculo que buscaba Spielberg y donde encontró “su sol” vive Sanlúcar. Salta nuestra emoción en cuanto se aproxima el sonido hueco de los galopes contra la oquedad del subterráneo bajo la arena. Los purasangre cabalgan perfilándose contra el ocaso. Las fuerzas más vivas de la naturaleza, playa, río, mareas, sol, marismas, Doñana, corceles, vida, brisa, sal … encajan en una comunión extraordinariamente sencilla e imprescindible para poder gozar de tanta riqueza.
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