Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
Ecos de sociedad: Jerez, Quevedo, la Plazuela, Mariscal, Soler… (I)
La esquina
EL consejero de Turismo de la Junta, Rafael Rodríguez, ha dicho que no considera razonable ni aceptable que el cabildo de la catedral de Córdoba esté intentando borrar la condición de mezquita del recinto, anteponiendo su credo religioso al sentido común y a la naturaleza histórica del monumento.
No puedo estar más de acuerdo con Rodríguez. Ni siquiera como reacción extrema a la movilización de la Plataforma Mezquita-Catedral, Patrimonio de Todos, se puede entender la actitud de la Iglesia Católica, que ha hecho desaparecer la palabra mezquita de la web institucional, los folletos explicativos y las propias entradas al monumento. Hasta en el buscador Google Maps se ha cambiado el nombre de siempre: la referencia ya no es Mezquita-Catedral, sino Catedral a secas. De este modo queda clara la gestión del espacio por la jerarquía eclesiástica y su uso para el rito católico, pero se le da una patada descomunal a la historia.
Esto me parece más importante que el argumento utilizado por el consejero de Turismo en el sentido de que la actitud fundamentalista de la Iglesia puede dañar los intereses turísticos de Andalucía, que tienen en el monumento, Patrimonio Mundial declarado por la Unesco en 1984, su conjunto arquitectónico más relevante, y visitado, después de la Alhambra (a la que nadie se le ha ocurrido publicitar como Palacio de Carlos V). Creo que los turistas seguirán siendo más atraídos por la mezquita omeya que por la parte cristiana.
Como si el obispo Demetrio y su curia hubieran sido poseídos por el demonio de la Memoria Histórica en dirección opuesta a la de los buscadores de fosas de la Guerra Civil, se sacan de su sagrada manga un intento de releer la historia a su conveniencia, eliminando varios siglos del pasado para ensalzar otros como los únicos verdaderos. Lo que no se nombra no existe. Lo que se oculta deliberadamente es como si nunca hubiera sido. ¡Qué cosa más fanática, por Dios!
El caso es que la Mezquita existió antes que la Catedral -y después que la basílica que la precedió en el mismo lugar-, que mezquita y catedral han convivido sin problemas y que nunca, hasta ahora, la gestión concreta del templo ha sido impedimento para salvaguardar lo que es una verdad histórica, no una opinión.
No hay obispo capaz de evitar que gentes de todo el mundo siga acudiendo a Córdoba en busca de su maravillosa Mezquita (y Catedral).
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