La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
Gafas de cerca
El muchacho de envidiables formas, perfectos el cabello y la barba y rasurados los antebrazos dejó claro que él, para machacarse, prefería el reggaeton. Acto seguido, el entrenador, amable, le dijo que la música que sonaba en la sala la había puesto en honor a su pupilo: Police, los Rollings, Queen. El alumno, hiperventilando a la tercera serie, evitó decirle que esa música se la permitía con cuentagotas, a pesar de tenerse por el primero que trajo a la ciudad el Outlandos D'Amour de los de Sting y el Play the Game de los de Mercury (una mezcla conceptual muy sancionable para un joven británico de 1980, por cierto). Al día siguiente, nuestro hombre, que se afanaba por ingresar con decencia en la etapa paseante, dinamitó el balance calórico en una comida de primos con edades parejas. Antes de las grandes risas y la narración de los paraísos de la memoria compartida, se dieron novedades sobre salud y conatos de jamacuco; superados, aunque pastilleros -de los de farmacia- había allí unos pocos. El segundo tramo de aperitivos se dedicó a los años de cotización y a la cercana vida pensionada. Tras esos preámbulos, al pozo del gozo.
Una compañera y un lector del bloque de al lado suelen afear que en estas piezas hable de la edad, como si no fuera un gustazo y hasta un alivio poder hacerlo, y cómo -le digo a ella- gastar una pasta en mechas y tintes es peor (por más caro y obligado) que la melancolía de barra. En fin, como contrapunto a lo dicho sobre el comando puretilla, traeremos a colación a Rojuu, al que se tiene por el adolescente prodigio de la música española (de quien tuve la primera noticia ayer mismo). Lean unas frases del chaval de 18 años, con marcado aire de sufriente sin causa, un emo que hace trap o shadow pop, rollo gótico: "En mis canciones hay luz, pero en la distancia, como una luciérnaga en un pozo". Nada mal la frase, por cierto. "Necesito empaparme de tristeza". "Me siento como el que es astronauta y le mola el espacio: soy un astronauta de lo emocional". Y una más definitoria sobre cómo uno, en la juventud, no ve más allá de su nariz, y descarta todo futuro de más allá de unos días, y así deberá ser: "A veces tardo un poco en escribir las letras; como media hora o por ahí". Recordará estas cosas tiernas y ombligueras que dice y canta. Dentro de océanos de tiempo.
Aquí se tradujo como Por la cándida adolescencia. Pero es así: Por los amigos dorados que tuve: muchachas de labios rosados, chicos de pies ligeros (Houseman, 1857; también Denys brindado con Karen en Memorias de África).
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