Marco Antonio Velo
De Valencia a Jerez: Iván Duart, el rey de las paellas
Su propio afán
Dicen que Yolanda Díaz está muy elegante y yo me alegro de no ser un redactor de moda. Aquí hemos venido a hablar de política. Además, ella ya se lo dice todo y se define en su merchandising (ojo a la palabra y al capitalismo anejo) como La Fashionaria, fusionando moda y Dolores Ibárruri, encantada con el mote que le pusieron. Tenía razón Marx al menos en que la historia se repite primero como tragedia y luego como fashion.
Ni estilista ni profeta, tampoco sé cuánto sumará su partido aritmético-político; pero, tal y como está ahora mismo, podemos afirmar dos detalles importantes. El primero, el insólito apoyo del PSOE al proyecto que va a rivalizar con él por el voto de la izquierda. En el otro lado político es lo contrario: el PP teme a Vox más que a una vara verde y muchos de sus movimientos sólo se explican por la prioridad de anularlo. Esta diferencia de actitud es chocante. En ambos casos, por ser justos, también la actitud de los partidos nuevos es distinta. Yolanda Díaz ofrece, desde el nombre de su proyecto, sus escaños para reeditar el Gobierno de coalición con Sánchez, antes que nada. En cambio, Vox se llama así con la firme voluntad de levantar la voz. Su fundación de ideas se llama Disenso, que no es "restar", pero sí "discutir".
El segundo detalle es el voto obrero o popular. ¿Quién lo reclama? Yolanda Díaz, desde su estética y su discurso, apela sin ambages a la burguesía posmoderna, urbana, chic y encantada (como ella misma) de haberse conocido. Sin lugar a dudas, es legítimo. Los restos de Unidas Podemos han entrado (ley trans, ley del sólo sí es sí, ley Belorra del bienestar animal) claramente a trabajarse los márgenes sociales más ideologizados, esto es, a restar. El PSOE que sube las cotizaciones y los impuestos, que encarece las energías y complica la vida a las familias, tampoco busca un tirón entre las clases populares. Los llamados populares han escogido una moderación que no llega a la población más maltratada y cansada. ¿No da la impresión de que, como advierte un clarividente Rufián cada vez que puede, se está entregando en bandeja a Vox el voto de los trabajadores corrientes y molidos, y no ya sólo del campo, sino de los extrarradios?
El movimiento de Yolanda Díaz será un lavado de cara (limpiador facial) que gustará a los suyos, pero que vuelve la espalda a bastantes otros. Estos nunca han sido menos apelados por los políticos de izquierdas.
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