Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
En tránsito
SI alguien tuvo alguna vez la esperanza de que se iba a regenerar de algún modo la política andaluza, el espectáculo que se está viendo estos días en el Parlamento de Andalucía la está desmintiendo por completo. A juzgar por lo que está sucediendo con el eterno debate de investidura, todo sigue igual, o incluso peor, aunque hayan llegado al Parlamento dos partidos que parecían dispuestos a cambiar las cosas. Y ahí siguen las peleítas de patio de colegio y los intercambios de cromos disfrazados de grandes decisiones políticas y la palabrería inútil con que se intenta disimular todo esto. Alguna vez pensé que la propuesta de no sé qué grupo político de pagar 2.000 euros a los cargos públicos era una barbaridad, pero viendo lo que está pasando en el Parlamento de Andalucía hasta esos 2.000 euros parecen excesivos.
¿Es que ninguno de esos parlamentarios se da cuenta de que hay gente que no llega a fin de mes? ¿O de que muchas pequeñas empresas están pendientes de cobrar el dinero que les debe la Administración, y que para eso es necesario que exista un gobierno autonómico? Porque ésa es otra: al ver el espectáculo, la gente de la calle se pregunta para qué queremos una costosísima administración autonómica, con sus consejerías y su burocracia infinita, si los grupos políticos no son capaces de llegar a un mínimo acuerdo, y todo por miedo a perder unos miles de votos o por incapacidad para llegar a consensuar unas pocas medidas de sentido común. Un día de abril de 1970, Borges escribió en uno de sus prólogos que albergaba la esperanza de que algún día nos mereciéramos no tener gobiernos. Está visto que los parlamentarios andaluces, a quienes no se les ve una gran afición por la lectura -y menos por Borges-, parecen querer darle la razón.
Ayer, Susana Díaz llegó a decir que lo que estaba ocurriendo era algo "surrealista y que empieza a rozar el ridículo". Pero ella misma, hace una semana, se empeñó en proponer como presidente del Parlamento a un señor que había sido sancionado por una actuación "muy grave" en la quiebra de una caja de ahorros que tuvo que ser rescatada con dinero público. ¿Es que no había otros candidatos más presentables? ¿Y no era este nombramiento un acto surrealista y ridículo? Pero también fue surrealista y ridículo que entre los 62 diputados de lo que podríamos llamar oposición no surgiera ni un solo candidato de consenso que pudiera haber evitado ese nombramiento. Y así seguiremos, con más surrealismo y más ridículo.
También te puede interesar
Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
El microscopio
La baza de la estabilidad
El catalejo
Paco, sin juanma moreno
Gafas de cerca
Tacho Rufino
Nuestro maravilloso Elon