La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
Su propio afán
En una reciente entrevista en El País, Michael Hirst, el guionista de la serie Vikingos, declara: "La novela está muerta. Es un formato muerto. Pertenecía al siglo XIX y reflejaba la sociedad del siglo XIX. Entonces había escritores maravillosos y había que leer novelas para entender el planeta, y el amor, y la tragedia, y agrandar tu propia existencia, pero ahora que el mundo es más pequeño basta con Internet y el vídeo a la carta". Hirst barre un poco para casa, no en vano el exitoso guionista no consiguió abrirse camino como novelista; y tampoco es muy novedoso en su postura aparentemente rompedora.
Más ecuánime y analítico resultó Ezra Pound cuando constataba que el cine volvía obsoleto mucho teatro de segunda categoría y que los cantautores hacían lo propio con la poesía del montón. Al teatro excelente, a la poesía prodigiosa y a la novela magistral no se las desplaza así como así. Lo cual, además de ser verdad, nos permite acoger sin reservas nostálgicas todos los medios, sabiendo que, junto a su valor propio, decantan y purifican las artes y los géneros vecinos.
Con el espíritu en calma, pues, me sumerjo en Borgen. Llego tarde a la serie, pero justo a tiempo; porque ahora, cuando Susana Díaz tiene que hacer su Meccano para construir la mayoría que le permita la investidura, es muy ilustrativo observar los equilibrios entre promesas y amenazas, entre ambiciones y rivalidades, que ha de montar Birgitte Nyborg para llegar a primera ministra de Dinamarca.
Aunque a Susana Díaz la vemos más en Khaleesi (de Juego de tronos), esto es, en bastante más brava y vámonos que nos vamos, no le vendría nada mal ver o repasar esos primeros capítulos de la serie danesa. Tampoco haría ningún daño al resto de líderes políticos ni a sus estrategas. El nuevo equilibrio de fuerzas de Andalucía y la complejidad de las combinaciones y sus consecuencias tienen un insólito aire nórdico, y requerirían cierto entrenamiento previo.
No renuncio a soñar con políticos que estudien la Divina Comedia, sobre todo el Infierno, para hacerse cargo a fondo de sus responsabilidades; o que lean al menos el episodio de la Ínsula Barataria del Quijote, para entender qué es gobernar. Pero como lo cortés no quita lo valiente, ni hay que pedir peras el olmo y éstos son los bueyes con los que aramos y, a falta de pan, buenas son tortas, me conformo con ponerles de tarea dos o tres capítulos de Borgen.
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Gracias, Errejón