Quizás
Mikel Lejarza
¿Pueden pensar la máquinas?
Gafas de cerca
Usted, como todo español, o sea, propietario vocacional, sabe bien lo que es una hipoteca (aunque quizá desconozca que su origen del griego significa "debajo del cajón", porque la propiedad está "oculta": el poseedor del bien es el hipotecado; el propietario, el banco, que no se ve). Es muy probable, por el segmento de edad y renta de los lectores de periódicos, que usted tenga un préstamo hipotecario vivo o, ole usted, ya tenga una cierta edad y la tenga amortizada. Es menos probable que usted haya actuado "a lo anglo" y haya vivido de alquiler toda su vida. Pero si, como dice la chirigota, un árbitro casero se muere por una mesa de camilla y una pizza familiar, un español se pirra por un piso en propiedad -o dos- y un coche -o dos-, también en propiedad. Esto también va cambiando, y miren a las nuevas cohortes de españoles: ni piso, ni coche (proponemos a la sociología el neologismo "nipico").
En estos días, los impuestos inherentes a los contratos hipotecarios han sido puestos en duda por el Tribunal Supremo (TS): los debía haber pagado el banco, y no el hipotecado, afirmó la más alta instancia judicial en una resolución… para después envainarla malamente, con temblor en las rodillas al tocar los intereses de una banca maltrecha por la cola del cometa de la Gran Depresión y por los estrechísimos márgenes de ganancia de su negocio natural, el dinero, con un Euribor bajo mínimos. La tormenta ha tenido todos los avíos: bancos haciendo lobby a saco, usuarios de enhorabuena poniéndose en cola para que les devuelva Hacienda -quien después irá a reclamarle al banco prestamista- los miles de euros satisfechos en concepto de impuesto de Actos Jurídicos Documentados (AJD). Algunos recordamos nuestra mansedumbre al firmar un contrato sin negociación alguna, diciendo que sí a todo, "métalo usted en el préstamo, hasta un par de jamones de bellota y mi Marina D'Or de este año". Narcotizados que estábamos por el dinero fácil.
El TS le ha dado una patada canillera a Montesquieu y la división de poderes al echar el freno a su propia resolución con la excusa de que el mundo se va a venir abajo si la banca sufre. Como si eso debiera incumbirle al juzgar. Un tribunal tan supremo que no se pone de acuerdo en quién es el sujeto pasivo que debe pagar el AJD, si el banco o el que asume la roncha. No querrán que yo resuelva la duda, si no lo sabe el Supremo... Por esta muestra de poca independencia y con olor a nepotismo, cabe llamarlo con todo cachondeo Tribunal Su Primo.
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