Marco Antonio Velo
De Valencia a Jerez: Iván Duart, el rey de las paellas
La ciudad y los días
Será una casualidad, pero resulta que Luis Rodrigo, el candidato a la Alcaldía de Málaga por Adelante Málaga, el partido de Teresa Rodríguez, se graba un vídeo enseñando cómo se vandalizan los candados que guardan las llaves de los pisos turísticos y a los pocos días aparecen candados sellados en Sevilla. En el vídeo el señor Rodrigo decía mientras ejecutaba la acción: "¿Estáis cansados de no poder encontrar un alquiler barato vuestra ciudad? ¿O de no encontrar un alquiler en vuestro barrio? Os traigo la solución. Paso 1, localiza un candado, paso 2, encuentra pegamento. Y paso 3, aplícalo en el candado". A los tres o cuatro días esta acción, importada de la Barcelona de la señora Kolau, se repite en Sevilla.
Numerosas cajetillas en las que se guardan las llaves de los apartamentos turísticos, informaba el compañero Diego J. Geniz, han amanecido selladas con silicona en la Alfalfa, la Encarnación, la Alameda y otros lugares del centro histórico. La acción vandálica está reivindicada por pegatinas en las que se lee: "Esto era una casa" o "Esto antes era un hogar", seguido en todos los casos por Tourist go home y el simbolito anarquista de la A encerrada en un círculo.
Ni el vandalismo es el camino, ni el turista es el enemigo, ni se puede impedir la libre circulación de personas. Muchas veces, la última hace pocos días, he escrito aquí contra los indeseables efectos del turismo masivo, siempre molesto, cuando se agrava por la inacción de las autoridades o por su entreguismo colaboracionista. Los ciudadanos pueden viajar en el número que quieran donde les dé la gana. Son las autoridades locales y regionales las que deben restringir el número de licencias de hoteles, bares, tiendas de recuerdos, locales de espectáculos solo para turistas o pisos turísticos. De la catástrofe de Santa Cruz y de una parte cada vez mayor del centro histórico no tienen la culpa los turistas, sino los sucesivos Ayuntamientos que han concedido licencias hasta saturar las calles de bares y veladores, de hoteles y pisos turísticos, provocando la desaparición del comercio de proximidad y desesperando a los vecinos que, hartos de ruidos, incomodidades, falta de comercios y saturación acaban por irse. Los responsables, insisto, no son los turistas ni los propietarios de bares, hoteles, pisos y tablaos o lo que sea, sino quienes lo autorizan. Y desde luego la solución no es el vandalismo.
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