Marco Antonio Velo
En la prematura muerte del jerezano Lucas Lorente (I)
En tránsito
El mundo es muy raro. En Perú ha ganado las elecciones presidenciales -por los pelos- un humilde maestro de origen andino llamado Pedro Castillo. Castillo se presenta como un defensor a ultranza de los humildes y de los marginados, lo que le ha atraído la simpatía de mucha gente, pero al mismo tiempo se muestra extraordinariamente hostil contra el aborto, la eutanasia, el matrimonio homosexual y los inmigrantes clandestinos. De hecho, en Perú hay algo así como un millón de inmigrantes venezolanos que han llegado al país huyendo de las mismas políticas que Castillo pretende implantar en Perú -toda clase de trabas a la empresa privada, subvenciones a mansalva y una especie de planificación marxista de la economía-, pero Castillo ha prometido expulsar inmediatamente del país a todos esos inmigrantes ilegales. Asombrosamente, Castillo cuenta con las simpatías de la izquierda española, aunque su programa social contra el aborto, los colectivos LGTBI y los inmigrantes clandestinos es mil veces más radical que el de Vox. Si Vox anunciara que quiere expulsar de inmediato a un millón de inmigrantes ilegales, tendríamos un estallido de odio y furia en las calles. Pero lo dice Castillo en Perú y la izquierda ronronea como un osito panda.
Castillo, por lo demás, profesa ese culto casi místico al pasado precolombino y define el imperio inca como una especie de socialdemocracia ecologista en la que todo el mundo era feliz (así lo definió en su discurso de toma de posesión). Por lo visto, en el imperio Inca no se practicaban sacrificios humanos ni existía la esclavitud, cuando todo el mundo sabe que abundaban los sacrificios humanos (de adolescentes sacrificadas en las cumbres de los Andes, por ejemplo), o que hubo miles de esclavos que pertenecían al "sapainca" o Estado Imperial. En fin.
Que estas burdas falsificaciones disfrazadas de ecologismo indigenista tengan tan buena prensa entre nosotros indica el papanatismo con que nos gusta ver las cosas. Para toda nuestra izquierda, Castillo es un admirable luchador a favor de los más débiles. Y nadie se para a pensar que va a implantar las mismas medidas económicas que han causado la ruina de Venezuela y la huida de millones de venezolanos desesperados, a los que él -tan modesto, tan idealista- va a deportar inmediatamente por "indeseables". Fastuoso.
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