Mariló / Montero

Vía crucis

Por montera

01 de febrero 2014 - 01:00

BAJAR en coche o descender caminando la rampa. Ésa es la cuestión, ahora. El primer paso tomado que, en apariencia, hubiera resuelto un problema para ella, ha complicado el momento aún más. De nada ha servido, ante los ojos de la sociedad, que el juez decano de Palma Francisco Martínez Espinosa autorice a la infanta Cristina a que ésta llegue a declarar el próximo sábado día ocho de febrero hasta la puerta del juzgado en coche. Se ha complicado porque lo que haga delatará su pensamiento y ánimo. Si baja en coche, al llegar a la puerta de los juzgados, tiene que pensar quién la lleva hasta allí. ¿Un conductor solo, el abogado, o la escolta? Ir con escolta se vería peor, aunque estaría más que justificada su presencia, ya que según la Policía Nacional se prevé una situación de inseguridad. Si renuncia a los escoltas, la puerta del coche se la tendría que abrir el conductor o el abogado, por lo que se prolongaría en varios segundos la apertura de la puerta del vehículo. Los pocos metros que quedan de la puerta del coche a la de los juzgados quedan a la intemperie así que son inevitables las fotografías, y escuchar los gritos que desde luego se estarían produciendo desde la llegada a los juzgados. Se interpretaría como un acto de cobardía.

La otra opción es bajar andando recurriendo a la fortaleza psicológica de quien está preparado para ello. La Infanta está educada para sonreír ante cualquier circunstancia. Si decide bajar caminando ha de acudir a mantener una calma aparente, controlar la velocidad de sus pasos y ser consciente de que al bajar del coche en la parte alta de la rampa no va a poder saludar al público que la espera puesto que la cita no es para visitar un pueblo en respuesta a una invitación promocional, sino que está llamada a meterse en la boca del lobo. Caminar sobre sus afilados dientes sin provocar que la devore ni herirse en el paseíllo. Una difícil lidia a la que se enfrenta y que nadie como el maestro Curro Romero manejaba cuando era abucheado en las plazas. Así que tendría que bajarse del coche, dejarse acompañar por su abogado, charlar ambos como si nade sucediera y sin atender a la prensa acceder hasta la sala oportuna.

Sea cual sea la decisión que adopte la Infanta hay algo que a mí no me gusta, además de que me engañen, me roben o me mientan en mi cara, y es que a la hora de decidir si se baja andando o no autorizar una justicia callejera como la de la época medieval en pleno siglo XXI. Si la Infanta decide bajar andando es acreditar a que quienes allí se acercarán a que le griten, insulten, escupan o tiren objetos como primer paso de su sentencia. Haya hecho lo que haya hecho, no hay que darle entidad a los que precipitan con un Vía crucis una sentencia que llegará con una deseada justicia.

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