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Crónica levantisca
Todas las mayorías absolutas son iguales; cada partido de la oposición transita por crisis muy diferentes. Vox acaba de cerrar la suya, la del PSOE sigue en suspenso hasta después de las municipales y la de otra izquierda necesita, de modo urgente, de un nomenclátor como los que llevaban los cónsules de Roma. Éstos son de Podemos, morados de Pablo Iglesias con un guardia civil al frente; aquí, lo que venía siendo Izquierda Unida -pocos, sólo una-, pero tirando a Sumar. Más la de Más Errejón, que es Más Andalucía y Más País a la vez. Sin olvidarnos de la Tere de Cádiz y lo que ella decida junto a a Kichi, que si dejan o no dejan la política. Esto no lo salva ni la espada de Bolívar, se impone una vuelta al pasado.
Al pretérito es lo que ha recurrido Vox, ha vuelto a sacar a Manuel Gavira, el parlamentario gaditano que ejecutó en el Parlamento la ruptura con el Gobierno del PP y de Ciudadanos en la última legislatura. Macarena Olona servía para el teatro, para la espectacularidad, pero no iba a aguantar cuatro años de espartana oposición a la absolutísima de Juanma Moreno, sin tocar nada de poder y casi sin ser decisiva para nada. 15 días. Ha hecho bien Vox en resolverlo cuanto antes, porque su posición en el tablero andaluz, y nacional, no es tan negativa como la gestión que Olona realizó de sus expectativas electorales.
Son dos escaños más que en 2018; 100.000 votos más que en las últimas autonómicas y, aunque muy lejos del 20% de las generales de noviembre de 2019, a Vox no le va a ocurrir como a Ciudadanos; ha sido un punto de inflexión que no lleva a la desaparición. No va a adelantar al PP, pero tampoco se va a extinguir, sino que quedará ahí, a expensas del problema de Cataluña, de la inmigración y de la radicalidad con se exprese la otra izquierda. Macarena Olona, o no hizo campaña electoral o sus chicos la concibieron para los andaluces de Marte, pero tampoco Manuel Gavira se hubiera acercado a ese resultado que iba a convertir a Vox en elemento imprescindible para el PP. Eso sí, habría aguantado con mejor ánimo el resultado electoral, la proyección de derrota no hubiera sido tan grave.
Lo que indican los últimos sondeos nacionales es que el partido de la derecha populista sigue teniendo una base amplia, aunque el PP de Núñez Feijóo agranda su espacio un poco por su derecha y algo más por el centro. Quien no va a caer en el error de convertirlo en su eje de campaña es el PSOE de Pedro Sánchez, la lección que ha aprendido de Juan Espadas ya se la conoce.
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Gracias, Errejón