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El ex presidente Zapatero, para defender la posible amnistía de don Carles Puigdemont, golpista de progreso, ha recordado la que el gobierno del Frente Popular concedió al golpista Companys en febrero del 36, siendo presidente de la república don Niceto Alcalá-Zamora y presidente del Consejo de Ministros don Manuel Azaña Díaz. “Fíjate ahora cómo se repite la historia”, ha dicho el señor Zapatero a Carlos Alsina, suponemos que ponderando el acierto del señor Azaña. Esto ocurría –la amnistía de Companys– en febrero de 1936. Veamos qué escribe Azaña catorce meses después, en abril del 37, desde la propia Barcelona, donde firma su obra teatral La velada en Benicarló.
“El Gobierno de Cataluña –dice Garcés, ex ministro de la república y trasunto obvio de Azaña–, por su debilidad y por los fines secundarios que favorece al amparo de la guerra, es la más poderosa rémora de nuestra acción militar. La Generalidad funciona insurreccionada contra el Gobierno. Mientras dicen privadamente que las cuestiones catalanistas han pasado a segundo término, que ahora nadie piensa en extremar el catalanismo, la Generalidad asalta servicios y secuestra funciones del Estado, encaminándose a una separación de hecho. Legisla en lo que no le compete, administra lo que no le pertenece”. Y continúa unas líneas más abajo: “Los periódicos, e incluso los hombres de la Generalidad, hablan a diario de la revolución y de ganar la guerra. Hablan de que en ella interviene Cataluña no como provincia sino como nación. Como nación neutral, observan algunos. Hablan de la guerra en Iberia. ¿Iberia? ¿Eso qué es? Un antiguo país del Cáucaso... Estando la guerra en Iberia puede tomarse con calma. A este paso, si ganamos, el resultado será que el Estado le deba dinero a Cataluña. Los asuntos catalanes durante la república han suscitado más que ningunos otros la hostilidad de los militares contra el régimen. Durante la guerra, de Cataluña ha salido la peste de la anarquía. Cataluña ha sustraído una fuerza enorme a la resistencia contra los rebeldes y al empuje militar de la república”.
Hasta aquí la larga cita de Azaña/Garcés. Uno no pide que sus políticos sean particularmente leídos (Azaña lo era y cometió, entre otros, el error de amnistiar al golpista Compayns), pero sí que sean más cautelosos a la hora de escoger sus citas. Azaña es el trágico ejemplo de lo que no debiera repetirse. La conocida deslealtad del nacionalismo catalán nos exime de la arcangélica ceguera que parece aquejar al señor Zapatero, fruto acaso de una plácida y selectiva ignorancia.
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