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Parece que al presidente del Gobierno le preocupa la calle. Ya ha pedido al señor Feijóo que no agite las calles el día 12 de octubre (como si nunca lo hubieran abucheado en el desfile de la Hispanidad); mientras que el señor Bolaños, ministro de la Presidencia, llamaba “nostálgicos del enfrentamiento” a los partidos que se manifestaron este sábado pasado en Barcelona contra una posible amnistía. Lo curioso del asunto es que todas estas protestas tienen como fin principal que unos alborotadores no queden impunes. De modo que el señor Sánchez y el señor Bolaños quieren exonerar a los agitadores y golpistas de 2017, verdaderos “nostálgicos del enfrentamiento” (“lo volveremos a hacer” es su lema), pero si usted protesta por esta gratuidad del crimen, pagadera, además, en incómodos plazos, ya se le empieza a poner cara de fascista.
Es decir, que para recabar el voto de la ultraderecha supremacista y golpista, el señor Sánchez no duda en incriminar y desprestigiar a quienes ven inoportuna tal medida. El señor Sánchez quiere gobernar abroquelado por todo el supremacismo celtíbero, manifiestamente antiespañol, que desde la ultraizquierda a la ultraderecha, basa su política en la segregación, la exclusión y un bochornoso discurso folclórico, de naturaleza xenófoba (añadamos que nuestra izquierda naïf es antisemita desde antiguo). El señor Sánchez quiere, además, que el resto de españoles, no agraciados con la raza y la sangre adecuadas, sufraguemos largamente esta espléndida muestra de seres superiores (¿quién no querría ser como los señores Puigdemont, Junqueras u Otegui?), honra y prez del género humano. Lo que el señor Sánchez no acaba de comprender, sin embargo, es que una porción de españoles no vea clara la ventaja de esta política discriminatoria, extensible en dos direcciones: privilegiando a las regiones ya privilegiadas, y discriminando, dentro de ellas, a quienes no comparten el ideal xenófobo y supremacista de los socios del señor Sánchez.
De ahí la aparente paradoja que daba comienzo a estas líneas. El tierno corazón del señor Sánchez se conduele de que le alboroten las calles, protestando contra su política. Pero hete aquí que la política del señor Sánchez consiste, principalmente, en exculpar a quienes agitaron las calles y agredieron al Estado democrático en 2017. ¿Y para qué? Pues para gobernar en compañía del monstruo xenófobo, a expensas de los españoles de raza inadecuada; quiero decir, inferior. Esto es, fascistas.
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Gracias, Errejón