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CINCO jóvenes perdieron la vida en el Madrid Arena y esa tragedia no la olvidará nadie, ni siquiera si se cambia el nombre al recinto, como al parecer pretende el Ayuntamiento de Madrid. Cinco jóvenes que salieron de casa dispuestas a disfrutar de la oportunidad de ver a uno de los DJ más famosos del momento, sin saber que acudían a un lugar que no reunía los indispensables requisitos de seguridad para celebrar una macrofiesta de esas características, que además había sido alquilado a una empresa dirigida por un desaprensivo con largo historial de organización de eventos pero largo historial también de saltarse las normas que se exigen para ese tipo de concentraciones multitudinarias. A todo ello se suma que no se produjo la necesaria labor de control por parte de las autoridades municipales, no se vigiló con la debida eficacia la parte exterior del recinto, y tampoco se controló la venta de entradas ni se impidió sobre el terreno que se sobrepasara el aforo. La negligencia fue absoluta, con un equipo médico sin medios adecuados ni suficiente personal, puertas de salida bloqueadas, cámaras de vigilancia no operativas y, fuera, reventa y entrada masiva de jóvenes en determinado momento ante la mirada impasible de una docena de policías municipales, como contaron posteriormente docenas de personas que utilizaron ese método para acceder al recinto.
A un año de aquella tragedia que conmocionó a toda España, que tiñó de luto a cinco familias españolas, quebró la carrera política de varios concejales madrileños e hizo un importante roto en la carrera de la alcaldesa Ana Botella, todavía quedan flecos en la investigación. Y quedan, por supuesto, secuelas físicas, emocionales y psicológicas que sólo se curarán con el transcurso del tiempo. Si se curan.
Este año se han tomado medidas para que no vuelvan a ocurrir desastres como los de aquella noche de ánimas mimetizada en el americano Halloween. Los municipios miran con más cuidado la trayectoria profesional de los organizadores de fiestas masivas, los controles de seguridad de los recintos son más minuciosos, se toman medidas para facilitar los desalojos y también para que no se rebase el aforo permitido. Pero que se ponga más cuidado no significa que se hayan evitado todos los riesgos, y es ahí, por respeto y en memoria de las víctimas del Madrid Arena, donde se debe extremar la vigilancia: aún hoy, no hay semana en la que no se produzca alguna noticia de que se celebran fiestas que no cumplen ni de lejos las normativas de seguridad.
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