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SE olvida lo políticamente correcto y se habla de "avalancha de inmigrantes" al dar cuenta de lo que, siendo más cautos, se describe como "presión migratoria". Se alude a hechos que se producen, de nuevo, en las costas de Tarifa o en las vallas de Melilla. Extraña avalancha la de estos días cuando en decenas de lanchas de juguete se agolpan personas que tratan de cubrir así el estrecho que separa el norte de África del sur de Europa, es decir, la frontera de dos mundos entre los que media un abismo. Y las noticias siguen oscilando entre la narración de gestos humanitarios del personal de Salvamento Marítimo, de las ONGs o de las mismas fuerzas de seguridad y la crónica de la respuesta del Estado ante estas situaciones.
Si, por una parte, las personas inmigrantes -tantas veces calificadas de ilegales- cruzan fronteras, reflejando el salto que dan en que lo hacen como indocumentadas, por otra, las fuerzas policiales se ven bordeando determinados límites -desgraciadamente a veces traspasados, poniendo en evidencia lo que un Estado de derecho no se puede permitir-. Tanto la indocumentación que, paradójicamente, es amparo para evitar deportaciones, como las actuaciones que desde el Estado se llevan a cabo para recluir a inmigrantes en Centros de Internamiento -de hecho, cárceles para quienes no han delinquido-, muestran que no hay política de inmigración que merezca ese nombre. Tampoco se contempla que muchos inmigrantes habrían de ser considerados demandantes de asilo. España, como Italia, asomada a un Mediterráneo que es tumba de incontables náufragos de travesías migratorias trágicamente acabadas, comprueba que en la UE no se vislumbra solución en serio para la inmigración. También se constata a diario en los aeropuertos europeos.
Allá donde hay un puesto fronterizo y cualquier inmigrante es tratado como apátrida sin derechos, la democracia deja ver sus límites, apareciendo como Estado policial. Podemos dejarnos inquietar por lo que escribía Hannah Arendt hace décadas: "Cuanto más clara es la prueba de la incapacidad del Estado para tratar a los apátridas como personas legales y mayor la extensión de la dominación arbitraria mediante normas policíacas, más difícil es a los Estados resistir a la tentación de privar a todos los ciudadanos de status legal y de gobernarles mediante una policía omnipotente". Salvemos los derechos de los inmigrantes; con ellos van los de todos.
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