La esquina
José Aguilar
Una querella por la sanidad
A rienda suelta
UNA docena de tomates envasados en plástico me hacen menos gracia que a un sacristán una carcoma de peana. Cada vez que no he tenido más remedio que recurrir a las verduras envasadas -que han sido más de las que hubiera deseado- me ha sorprendido, de un lado, la hiriente perfección de esos productos de invernadero y, de otro, su absoluta carencia de aroma. Uno de los placeres de esta vida a los que más tarde he accedido ha sido comprar la fruta y el verde en la verdulería de confianza. El otro, acostumbrarme a degustar la carne poco hecha. Comprar las verduras en el comercio tradicional implica, casi siempre, hacerse con productos de la tierra. Además, hay un valor añadido: una vez guardadas en el maletero del coche o depositadas en el asiento de atrás, la compra va desprendiendo un agradable aroma que es hasta capaz de inspirarte en el camino de vuelta. Y además por un precio mucho más barato. ¿Alguien da más?
También te puede interesar
La esquina
José Aguilar
Una querella por la sanidad
Cuarto de muestras
Carmen Oteo
Otra vez
Gafas de cerca
Tacho Rufino
Nada más distinto que dos hermanos
El microscopio
La Moncloíta, ¿y ahora qué?