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El arúspice, que presagiaba los vaivenes del futuro examinando las entrañas de animales, poco podía hacer si carecía de éstas o, lo que es peor, si desdeñaba por completo el dictamen que sugerían. En esas anda José Félix Tezanos, ex guerrista apóstata e incansable destructor del CIS. Hace poco, al hilo de las elecciones europeas, ha logrado la imperfección perfecta, el error total, la inutilidad indiscutible: su barómetro público, pagado por todos, no consiguió acertar los diputados de ninguno de los nueve partidos que consiguieron representación.
Tanta incompetencia en quien, por su pasado, consta que no la tiene, nos hace pensar en la verdadera misión que desarrolla ahora el CIS. De una parte, no es raro que los poderosos, y más si adolecen de narcisismo, se regalen un aplaudidor oficial, un halagador que, de cuando en cuando, los jalee y ovacione. Es conocida la anécdota de Fidel al entrar en La Habana. En medio de uno de sus plúmbeos discursos, el Comandante hizo una pausa para dirigirse a Camilo Cienfuegos y preguntarle: “¿Voy bien, Camilo?”. “Vas bien, Fidel”, le respondió “el héroe de Yaguajay”, justamente la misma frase que hoy adorna su solitaria efigie en una fachada de la capital cubana. Como explicara Rafa Latorre allá por 2019 en El Mundo, Tezanos expele sus “Vas bien, Pedro” en forma de encuestas mensuales. Por arte de birlibirloque, la adulación se disfraza de ciencia y al españolito se le queda cara de idiota.
De otra, y esto me parece bastante más grave, quizá Tezanos hace exactamente lo que quiere. Los augurios que publica suelen mezclar las dosis exactas de miedo y esperanza, con el fin de movilizar a los suyos. Le importa un carajo la auténtica opinión de la calle. Su encargo, dijo Latorre, no es acertar, “sino que el resultado final coincida con él”, una labor de ética y provecho diferentes, comprensible sólo en un país de sanchismo expansivo y omnipresente.
Cómo pasa el tiempo. Qué lejos está este José Félix sumiso de aquel otro que en 2011 y en un lúcido artículo aparecido en Sistema (Ventajas de una gran coalición), reclamara “la inmediata formación de un gobierno de amplia base” para eliminar “las políticas partidistas erosivas”. Pero entonces Tezanos poseía, en el viejo sentido del término que lo asimila a conciencia, entrañas. Y las leía con aquellos ojos suyos perspicaces que, a mayor gloria de su ignominioso servilismo, hoy desea y mantiene genuflexamente ciegos.
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