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Identidad sin resolver. Autoría en paradero desconocido. ¿Quién fue el autor de la letra de las coplas dedicadas al Señor de la Vía-Crucis que en la década de los cuarenta compuso el excelso músico Francisco Navarro con estructura de rondó y un todopoderoso aire -siquiera lejano- del género de la zarzuela, composición a su vez que eleva el espíritu e instintivamente nos envuelve en una incorpórea trascendencia? La respuesta se había esfumado del conocimiento general de los jerezanos durante mínimo los últimos setenta años. Al menos del control archivístico -o la constatación documental- tanto de la Hermandad de las Cinco Llagas como del propio legado escrito del maestro Navarro, quien -dicho sea no de pasada- sí conservó -Deo gratias- todas las partituras de las innúmeras coplas por él firmadas -en honor a la práctica totalidad de las cofradías existentes en aquella ya pujante Semana Santa de la posguerra- a cuyos pies de página en algunos casos figuraba el nombre del letrista de la misma pero en otros, como es el caso de las tributadas al Divino Nazareno Franciscano, no. Este cabo suelto así quedó constatado en la entrevista que la semana pasada realicé para este periódico al siempre amigo y prestigioso organista -de reputación internacional-, compañero de la Real Academia de San Dionisio y del Centro de Estudios Históricos Jerezanos, Ángel Hortas Rodríguez-Pascual.
El nombre del autor de la letra de las coplas al Sagrado Titular de las Llagas no se había evaporado sino, sencillamente, como las preclaras anonimias que siempre quedan al margen de la visibilidad pública, permanecía intramuros del convento de clausura de la inadvertencia de propios y extraños. En mi intenso y fraternal -e incluso emocional- desayuno con Hortas -al abrigo de las claritas del día- saltó la duda indescifrable a propósito de quién redactaría -o, por mejor decir, poetizaría- tan bellísimas palabras dirigidas al Mejor de los Nacidos. Decidimos al alimón no cruzarnos de brazos. Acción reacción. Causa efecto. Me ofrecí a reconvertirme in extremis en ratón de biblioteca y no en cabeza de león de ninguna onomatopeya. Por intentarlo que no quedara. Era como encontrar una aguja en el kilométrico pajar de lo baldío (pero en cambio comúnmente tampoco perdíamos nada en la intentona). Poco después de la sobremesa, cuando dispuse de un par de horas de entretiempo, até cabos y una fuerza sobrenatural guió el dedo índice hacia el legajo tan pronto senté las posaderas ante un par de documentos añejos. Fue coser y cantar. Me sentí vehículo y no meritorio de nada. Cuando transmití el hallazgo a Hortas su alegría incontinenti no se hizo esperar. La hemeroteca mueve montañas. Resulta de vital importancia dejarlo todo cuasi inmortalizado en negro sobre blanco. Y es que únicamente cuanto quede escrito, como lo fugitivo en la Roma del soneto de Francisco de Quevedo, permanece y dura. Verba volant, scripta manent.
Nuestro hombre era nada más y nada menos que el hermano de la Salle Valeriano Benildo (quien en realidad se llamaba León Juan Sáez Montalvo). Hablamos, prima facie, de un Hijo Adoptivo de Jerez, que fue nombrado tal en el año 1945. Gran escritor, finísimo poeta y educador inigualable. Cuenta con sendas calles dedicadas en nuestra ciudad -calle Valeriano León- y en Tarancón -entre la peña El Águila y Molinos de viento-. Su memoria se mantiene muy viva en la comunidad lasaliana por su notabilísima aportación a la educación de tantas generaciones de jerezanos. No cupieron, por ende, mejor compositor ni más profundo letrista para las coplas del Señor de la Vía-Crucis. He tirado luego por otros derroteros -no del hilo de Penélope- para recabar ciertas pinceladas biográficas. Hete aquí algunas de las cotejadas. Sáez Montalvo nació en Tarancón, en el número 72 de la calle Agua, el 20 de febrero de 1879, hijo de Juan Sáez y María Montalvo. Desde chiquillo estuvo cosido a las enseñanzas del Evangelio. Profesó en el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas con el nombre de hermano Valeriano León. Desempeñaría su tarea docente en Valladolid, Mieres y Bujedo. Año 1909: es el encargado de preparar una colección de cánticos religiosos para las escuelas y parroquias. Esta labor la comparte con san Miguel Febres, a la sazón académico correspondiente de la Española. La obra se edita -corría el año 1913- en Tournai (Bélgica).
1918: principia su etapa docente en Jerez. Crea escuelas -el Buen Pastor por ejemplo- y dirige centros pedagógicos. Fue director del colegio San José. Funda la revista ‘Escuela y hogar’: relatos, cuentos, obras teatrales y poemas con un mismo fin: “la educación cristiana de los muchachos”. Tras finalizar la Guerra Civil refunda la editorial Bruño, en Madrid, y crea el Centro de Estudios Universitarios La Salle, en Zaragoza. Acomete la ingente labor de compilar testimonios e informes -más de 20.000 folios- sobre la vida y martirio de los hermanos de la Salle asesinados a lo largo de contienda guerracivilista española. Muere en Griñón (Madrid) el 24 de septiembre -día de la patrona de Jerez, la Virgen de la Merced- de 1958. Las coplas al Señor de la Vía-Crucis se cantaron por primera vez el domingo 13 de febrero de 1944 en la Función Principal de Instituto de la Hermandad de las Cinco Llagas.
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