Línea de Fondo
Santiago Cordero
Xerecismo
Gafas de cerca
Una de las frases que retengo desde hace años por su finura y largueza es de Manuel Clavero Arévalo, un señalado prócer de esta casa editorial, entre otros notorios méritos suyos: “No hacer de las tonterías problemas, ni de los problemas tonterías”. Enjundia donde la haya; una gran propuesta de comportamiento y encaje en la vida. Pragmatismo moral en dos hemistiquios, una valiosa reedición andaluza e ilustrada de algunos principios de las Epístolasa Lucilio del romano Lucio Anneo Séneca, nacido en Córdoba. Pura racionalidad. Solemos hacer de lo trivial objeto de controversia. De las tonterías, problemas. Valga el viceversa: los verdaderos problemas quedan tantas veces convertidos en cisco y humo de la mano de la infinita trivialidad de la hipercomunicación (de internet, vaya).
Me vino esto a la cabeza hace dos o tres días, cuando a nuestro presidente del Gobierno algún propio le hizo decir en la mismísima China la mayor tontería de la semana: “Quiero decir a los alcaldes y alcaldesas que no se dejen llevar por el oscurantismo anticlimático y que dejen de ver a la bici como un símbolo progre”. ¿Qué tiene de progre desplazarse en bicicleta? Hacer de las cosas importantes tonterías parece ser el sino de los tiempos propagandísticos. Porque si algo es del género tonto es asociar a la bicicleta con un patrimonio moral de la izquierda. Tuve la fortuna de asistir a la construcción del carril-bici en mi ciudad, y, cierto es, fue cosa de Izquierda Unida, ¿les suena? Pero de eso hace ya océanos de tiempo. Ciclistas urbanos los hay de todos los colores. Atribuirse a estas alturas ese progreso de la movilidad urbana resuena a la elegía de los pantanos de Franco.
Hace años, unos treinta y tantos, un añorado compañero de departamento, cariñoso y sandunguero, me dijo “¿Tú que eres, de “carrilito-bici ya”? No sé si entonces podría considerarse “progre” ir al trabajo en bicicleta, quizá sí. También recuerdo a un amigo a quien su tía le afeaba esa costumbre, como de rojetes, hasta que su propio hijo, primo del ciclista, abrazó la fe del velocípedo, y así, repentinamente, le pareció maravillosa tal opción de transporte urbano. Es desolador que esto sea una proclama ideológica en una España que ya va a dejar atrás el primer cuarto del siglo XXI. Es “hacer de las tonterías argumentos; y de los argumentos, tonterías”. Que, allá donde esté, Clavero Arévalo permita esta licencia. La bici se pedalea con el pie izquierdo y con el derecho. Ya vale de cerrilidad propagandística. Y de patetismo. Vayamos a los problemas, no a las tonterías. A golpe de pedal, mejor.
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