J. M. Marqués Perales

La biografía no exime, pero es inseparable

Crónicas levantiscas

Después del extrañamiento medieval de Abu Dabi, regresará a España pero no vivirá en Zarzuela, tiene 84 años. No sean tan inquisidores

13 de marzo 2022 - 01:42

La dimensión histórica de Juan Carlos I no es un eximente de su comportamiento personal, pero su biografía política es inseparable del hombre que, a sus 84 años, volverá a España. Entró por primera vez en el país a los 10 años, en una operación urdida por Franco que recuerda bastante a los intercambios medievales que aseguraban lealtades entre reinos contrincantes. En 1969 fue nombrado sucesor, pero hasta noviembre de 1975 resistió a las conspiraciones de El Pardo que intentaron que Franco cambiase de opinión en favor de otras personas; es cierto que el dictador murió en la cama, pero su propia familia convirtió su lecho en una tabla de tortura al intentar hasta más allá de la extenuación que girase en un quiebro sucesorio.

Mucho antes de morir Franco, y ahí están los documentos de la Administración de Estados Unidos para atestiguarlo, quien fuera después Juan Carlos I ya había concebido a España como una monarquía parlamentaria y democrática. Europea. Fue un equilibrista, como demostró durante toda la Transición, en la que intentó conjurar el riesgo a una revolución a la portuguesa, que en sus últimos meses rozó la vía comunista, y a la involución militar hacia otra dictadura.

El primero de ellos se solventó con la posición de Santiago Carrillo y del PCE , cuando aceptaron la monarquía como mal menor a cambio de su participación en las primeras elecciones que se convocasen. La democratización era obligada, no fue una concesión.

El segundo riesgo, que no era tanto el exclusivamente, militar, sino mezcla de civil y militar en eso que se denominó el Búnker, se sobrellevó como se pudo hasta que el 23 de febrero de 1981 se acabaron todo tipo de componendas. Juan Carlos I fue un rey equilibrista, pero tuvo claro que debía llegar al final del cable, que es la España actual más allá de nuestras crisis coyunturales.

Transitó muchos años sin red, y ese será uno de los valores que ya le está adjudicando la Historia. En 2014, y tal como hizo su padre en 1977 cuando renunció a sus derechos dinásticos en su favor, se apartó en favor de su hijo para asegurar la institución. En agosto de 2020 salió de España en lo que ya fue una asunción de culpabilidad que no podía venir del Código Penal, por su carácter inviolable. Ahora regresará a España, después de haber pasado por ese extrañamiento en Abu Dabi que también es un tanto medieval -recuerda al rey caído que se le hacía la tonsura y se le ingresaban en un monasterio-, pero no vivirá ni en Zarzuela ni en ninguna residencia estatal. Tiene 84 años. No sean tan inquisidores.

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