La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
CON MALA UVAla columna
El centro de Jerez, hasta arriba
La carretera de La Ina fue cortada ayer nuevamente tras la nueva crecida experimentada por el río Guadalete tras las lluvias caídas horas antes. Pese al corte de la carretera, debidamente indicado, fueron varios los conductores que hicieron caso omiso de la indicación (o no la vieron) y decidieron seguir hacia la barriada rural, tal y como captó PASCUAL.
Vinagre de Jerez en la televisión
A UNQUE ya prácticamente hemos finiquitado estos días que dicen tan entrañables y mañana la vuelta a la normalidad va a poner orden a un mes de desenfreno carnal -por la cantidad de carne que hemos comido, no por lo otro que ustedes están pensando y que, por supuesto, de lo que también habrá habido- no me resisto a comentarles algo que se ha venido observando, sobre todo, en los días previos a aquellos en los que los deseos de ventura estaba en boca de todos. Este año, por culpa de la crisis, ha habido una manifiesta reducción en los regalos de empresa. Aquellas exuberantes cestas de Navidad pasaron a mejor vida. Casi todo se ha venido abajo. Los que antes se encontraban con una efectista y descomunal cesta con todos sus avíos -jamón, wisky de muchos años, rioja del bueno, frutos y frutas exóticas, latas de exquisiteces y eso que la mayoría de los mortales veíamos de lejos- ahora se han encontrado con casi nada de lo que antes había. Me contaba el otro día uno de los afortunados de antes, uno de los recibidores de aquellas esplendideces, que este año la cosa ha estado más bien cortita, tan cortita que el jamón ha sido sustituido por una pieza de fuet con aspiraciones de pobre salchichón, el cava reserva brut no sé qué, por una botella de espumoso extremeño, el rioja reserva de aquella cosecha excelente, por un valdepeñas crianza de anteayer, las latas de foie francés por foigras de tapa negra, los bombones suizos por unas bolsas de peladillas y, lo mejor de todo, se encontró con la inesperada presencia de un tetrabrik con caldo de pollo. Está claro que las empresas, sabedores de cómo está la situación han creído que el personal está falto de energía y quiere contribuir al bienestar ajeno. No me extrañaría que el año que viene encontrásemos en las cestas botellas de 'Quina Santa Catalina'. La culpa la tiene la crisis. ¿O quién si no?
También te puede interesar
La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
Paisaje urbano
Eduardo Osborne
Memoria de Auschwitz
La colmena
Magdalena Trillo
Gracias, Errejón