La botella de JB

Descanso dominical

13 de octubre 2024 - 03:06

Se entendía bien con la vida, quiso hacerlo por descontado, pero la suerte nunca le devolvió una sonrisa. De tanto perder decidió un día desobedecerse, no apostar nada más, y fue entonces cuando vivir se convirtió en su mayor riesgo. Jamás se lo reproché, no pude; cómo pedirle más agua a quien ya ha vaciado el océano. Quizá, como él, me resigné a masticar la rabia y la pena.

Su voz grave, recuerdo, era capaz de parar cualquier tormenta en mi cabeza, envolvía en papel de regalo lo más intrascendente, se alzaba como una bandera blanca en mitad del campo de batalla, desarmaba a los desengaños. Como aquella vez que hablamos en el coche sobre los Reyes Magos...cuántas veces he vuelto a ese día. En sus manos anchas cupieron durante un largo tiempo todas mis ilusiones, eran fuertes y olían a colonia Atkinsons, no habría encontrado un mejor sitio que ese para esperar de cara al porvenir. Tras sus gafas de pasta sonreían unos ojos sinceros, de mirada amable y transparente, con el fondo que conservan las personas buenas. El gris de su pelo fue contagiando esa mirada que, pese a todo, siempre fue alta.

Una tarde de octubre de hace veinte años me regaló un estuche; seguro que para comprármelo tuvo que ahorrar y privarse -aunque “oficialmente” no fumaba- de algún que otro paquete de tabaco. En el interior de la caja descansaba tumbada y ceremoniosa una botella de JB Reserve aged 15 years. Bromeábamos siempre con que esa destilería era propiedad de ambos, dada la coincidencia entre el nombre del whisky y nuestras iniciales, pero habíamos confiado su gestión a unos escoceses borrachuzos que todos los meses se olvidaban de ingresarnos en la cuenta las ganancias del negocio. Le prometí que la abriría un día señalado, para brindar con él ojalá por esa sonrisa de la vida que tanto esperó. Pero no pudo ser y he conservado el estuche y la botella todo este tiempo, agarrándola fuerte en las mudanzas, quizá esperando una señal para convencerme y cumplir con mi palabra.

Escribo este artículo hoy 11 de octubre de 2024, fecha de mi cincuenta cumpleaños. Estas últimas semanas he revivido en varias ocasiones el día que él llegó al “medio siglo”, como le dije nada más entrar por la puerta de casa mientras mi hermana y yo intentábamos esconder nuestros regalitos con las manos en la espalda. Este viernes no está mal para cumplir cincuenta, la lluvia de la tarde me trae aires escoceses, he levantado la tapa del estuche, he abierto la botella y me he servido un poco de licor en un vaso. Y, de alguna manera, quien me lo iba a decir, gracias a esta botella de JB, he vuelto sentir el abrazo de mi padre. Te quiero, papá. Me ha encantado el regalo.

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