Están al caer

Cuarto de muestras

Se celebran estos días los premios Goya y San Valentín. Se supone que homenajean al cine los primeros y al amor el último. Sin embargo, el séptimo arte aparece siempre envuelto en una gala viejuna a imitación de los americanos en lo peor y hasta con su polémica o reivindicación de turno que nada tienen ver con el cine. Lo de San Valentín es parecido, una oportunidad para restaurantes y comercios, un ruido de celofán que enturbia cualquier declaración de amor, una letanía de frases manoseadas, cursis e irrepetibles. Hasta la Iglesia se ha sumado a la onomástica, cuando a quien tendríamos que festejar los que ambicionamos carismas mejores sería a San Pablo.

Tiene ambas festividades algo de celebración impúdica y exhibicionista. Empequeñecen lo que homenajean. El amor y el cine son algo más que un regalo, que una melodía cursi, que una alfombra roja, que un escaparate.

Y es que el cine y el amor están hechos de silencios y misterio. El foco sobre sus tripas les sienta mal, les resta magia, los vuelve vulgares y predecibles. La oscuridad de la sala para ver una película o el andar a tientas en los sentimientos es lo que les hace únicos. Ver cine o enamorarse es cerrar los ojos y sentir, dejarnos llevar sin saber a dónde nos llevan, mirar y dejarnos mirar por dentro. Reconocernos en el otro. Quedarnos sin palabras. Imaginar y descubrir la grandeza fugaz de lo que intuimos. El comienzo de una buena película o la atracción primera e indisimulable de alguien que nos gusta, son quizás, la mayor evidencia del prodigio que es la vida.

Cuando quiero fantasear con el amor pongo la tele e imagino parejas. Antes lo hacía con los presentadores de los informativos. He tenido que emigrar a otros programas. Entre los que dan el tiempo no hay idilio posible. Roberto Brasero está demasiado pendiente de los anticiclones. Ellas, parece que tienen detrás del mapa a su hombre esperándolas con un paraguas para que no se les estropee el pelo con la lluvia que anuncian. En el roscón de las palabras sí que hay tema. Dos concursantes llevan muchos días juntos pasándolo mal, con lo que eso une. Él, a pesar de la raya en medio, es educado, tímido, atractivo. Ella pone cara de pensar sesudamente las palabras, pero es impulsiva y se equivoca a menudo. Eso la hace irresistible. Espero con impaciencia a que completen su rosco no para que se lleven el premio económico sino para que se abracen. Observo cualquier gesto, cualquier mirada de reojo, algo que me confirme que se han enamorado. Y me digo confiada: están al caer.

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