Un café con Manuel Ruiz Romero: andalucismo, municipalismo, tardofranquismo… (y IV)

Jerez íntimo

Rafael Escuredo, primer presidente de la Junta de Andalucía, junto a Pedro Pacheco.
Rafael Escuredo, primer presidente de la Junta de Andalucía, junto a Pedro Pacheco.

02 de septiembre 2024 - 02:09

Preguntamos a Manuel Ruiz si estuvo Blas Infante en Jerez alguna vez: “Sí. Está bien documentada la presencia del andalucista en nuestra ciudad en septiembre de 1919, con motivo de una huelga de médicos (era abogado de la Asociación Sanitaria Andaluza). Lo describe en un artículo de la revista Andalucía de ese año, denunciando las condiciones precarias en las que trabajan estos profesionales y las penurias sanitarias e higiénicas que, por tanto, padece el pueblo. Documentada está también su presencia de regreso de una reunión provincial de alcaldes en la capital gaditana (día 12 de julio), donde les habla del proyecto de autonomía ya como Presidente de Honor de la Junta Regional que iba a encauzar los últimos pasos del debate sobre el estatuto antes de enviarlo a las Cortes. Así fue nombrado en la reunión regional de Sevilla el 5 de julio de 1936. Infante se dirige a los oyentes de EAJ-58 (Radio Jerez) en Plaza de las Angustias 11, para hablarles a la que llama “ciudad campesina” de la necesidad de autogobierno, antes de dar un mitin en el Circulo del Partido radical. Se documenta además una petición de Ateneo de Jerez para que viniese de nuevo a conferenciar sobre su Ideal pero el 18 pasó lo que pasó. Cabe recordar que el Ayuntamiento de Jerez fue una de las instituciones andaluzas que más apoyó el devenir pro autonómico republicano e izó la verde y blanca de su Consistorio a principios de enero de 1933”.

Para los neófitos en la materia, ¿cómo podríamos sintetizar el contenido de ‘El ideal andaluz’? Ruiz Romero subraya que “si hablamos del libro que fue primero conferencia en el Ateneo de Sevilla, hablamos de una obra que el mismo autor llama joven y rápida. Escrito en 1915, es quizás el más básico y menos elaborado, aunque comienza a construir las bases de lo que será su ideario y el arranque del movimiento con los llamados Centros Andaluces que se prodigan. Su mirada integral del hecho andaluz y su llamamiento a la conciencia en favor de un compromiso movilizador, marcan a corto plazo distancias insalvables con dicha entidad culturalista y elitista a la que estaba vinculada. La obra impulsa la necesidad de construir una dinámica propia de carácter político con finalidad transformadora. Es una síntesis personal, y al representar un primer esbozo, es denominada por el autor como un trabajo “hecho de prisa”, con la intención de aportar verdades “sencillas”, destinadas a “las inteligencias más simples”. El ateneísta Infante emprende la exposición de su pensamiento: “Andalucía necesita una dirección espiritual, una orientación política, un remedio económico, un plan cultural y una fuerza que apostole y salve”. En cualquier caso la obra publicada de Infante es más rica y, precisamente ese libro, el más promocionado por la Junta, es el que menos lo define”.

En alguna ocasión le he leído que el andalucismo de alguna manera es un movimiento que ha venido para quedarse… Pido a mi contertulio que explique este tenor. “Desde su nacimiento -dice- el andalucismo ha sido despreciado por la izquierda y la derecha tradicional. No digamos por los sectores más reaccionarios o internacionalistas. En este segundo caso como si el andalucismo no implicase un sentido solidario universalista como reza el lema del escudo o el himno, o escondiese un supremacismo racial o un culturalismo excluyente. Sin embargo, va tomando cuerpo al paso de décadas de manera que uno de sus objetivos en su primera época, la autonomía, estuvimos a punto de alcanzarlo de no ser por el golpe militar de 1936. Con el triunfo del Frente Popular la izquierda republicana pareció tomar conciencia de la importancia de esa herramienta para afianzar la República, pero ya fue tarde máxime cuando la asonada y la guerra comienzan por Andalucía”.

Indica Manuel Ruiz que algo parecido ocurre en la transición. “Cuando el andalucismo político abraza las tesis de Infante y los símbolos de su movimiento, se percibe como una estrafalaria iniciativa que identifica la verde y blanca con la bandera de algún equipo. Bien, pues los mismos que despreciaron esa revitalización fueron los que usaron todo tipo de artimañas para liderar esa inédita conciencia autonomista de la mano de Escuredo, al que hicieron dimitir cuando ya no les interesaban y recentralizaron una autonomía andaluza que tiene carácter por derecho propio de nacionalidad histórica. Hoy, entendiendo que todas las fuerzas políticas aceptan el marco autonómico constitucional, no dudan por el contrario en vestirse de verdiblanco para captar el voto andaluz y llevárselo a Madrid. En otros casos, para utilizarlo en el Parlamento de Andalucía bajo los intereses de sus organizaciones centralistas. Lo curioso, como digo, que es tan denostado como manipulado. Creo que un andalucismo que no intenta revertir los problemas de esta tierra, que no ofrece respuestas en el terreno de la cultura, del pueblo, la economía o política… más bien debe considerarse como un mero juego floral, populista, estético o tecnocrático. En una estéril y peligrosa autocomplacencia”.

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