Juan Caamaño Aramburu

En el "camino" está la esperanza

Propagandistas de la verdad

31 de octubre 2024 - 02:07

EL escritor José Luis Sampedro reflejaba en su obra La senda del Drago, a través del protagonista Martin que navega a bordo del barco de nombre Occidente, su desesperanza ante el ocaso de la cultura occidental, achacable, sobre todo, a la mediocridad de sus gobernantes: “Navegamos proa al viento. Avanzamos por el océano de la Historia a bordo de esta gigantesca embarcación. Todo un estilo de vida con su conjunto de tradiciones, su profusión de costumbres y su laberinto de objetivos, de deseos. Sus tripulantes ya no son lo que eran, perdieron su espíritu aventurero… Ahora, aún siendo dueños de tanto poderío, tienen miedo”.

La obra se escribe en 2006, años después de las célebres palabras que Juan Pablo II lanzó a Europa en la catedral de Santiago de Compostela (1982): “Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia”. Palabras que se las llevó el viento, a la vista del pensamiento del papa Francisco, manifestado en el Parlamento Europeo (2014): “Desde muchas partes se recibe una impresión general de una Europa anciana que ya no es fértil ni vivaz”. También en este caso los gobernantes oyeron pero no escucharon.

Ante esta situación, ¿hay motivos para la esperanza? Para un cristiano, la respuesta no puede ser más que un sí rotundo, pues la esperanza cristiana nace de Dios. Pero también la hay en quienes se mueven por una esperanza secular, al ser muchos los que caminan y buscan con el corazón abierto a dar y recibir. Lo sabía bien san Agustín, quien ante la desesperanza de sus conciudadanos por la posible caída de Roma, les animaba con un canto a la esperanza: “Seamos peregrinos, que contagian la esperanza caminando alegres con la vista hacia arriba”.

Hoy, como hace siglos, la esperanza la encontramos en la peregrinación. Ya el alemán Goethe afirmaba que “Europa nació en la peregrinación”, conformando su identidad a través de la fe cristiana, junto a las relaciones sociales, el comercio o la cultura. Era el período álgido de la Cristiandad. Y hoy Goethe se sorprendería ante el renacer de la peregrinación a Compostela, por la multitud de peregrinos llegados de todos los lugares del mundo, manifestación clara de universalidad, pues el Apóstol a todos espera y acoge en su catedral.

Este auge jacobeo llevó al papa Benedicto XVI a preguntarse en el año 2012: “¿Por qué tantas personas sienten hoy la necesidad de hacer estos caminos? ¿No es quizás porque en ellos encuentran, o al menos intuyen, el sentido de nuestro estar en el mundo?”. Dejando a un lado la masificación o las diferentes motivaciones de los peregrinos, la respuesta la ofrece el propio Pontífice: el peregrino tiene una meta clara adonde dirigir sus pasos, y en su lento caminar, día tras día, descubre el sentido de su ser y estar en el mundo, consigo mismo y con los ‘otros’ peregrinos. Vive su experiencia con ilusión, algo que en su vida diaria no le ofrecen quienes dirigen la sociedad.

Frente a los agoreros de hoy, creyentes y no creyentes, en los peregrinos encontramos la esperanza, al ofrecer cada uno en su caminar lo mejor que el ser humano lleva dentro. Acogida, austeridad, caridad, soledad, silencio, escucha, prójimo... son términos consustanciales al espíritu jacobeo, que en el Camino se viven, y, además, cada vivencia tiene un rostro. Y ello, es un motivo de esperanza.

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