El Cardenal del Papa

Descanso dominical

Las propiedades casi milagrosas del brandy de Jerez no pasaban desapercibidas en los pasillos intrincados del Vaticano. El Papa sabía que unas gotas de este elixir podían aliviar desde un rabioso dolor de muelas hasta una de esas tormentas de intrigas palaciegas que hacen tan pesada la digestión en el estómago de la curia. Presumo que no debía estar muy alejado de la verdad. En los almacenes de Buckingham los únicos productos españoles que poseen el sello de la Royal Warrant -concesión de la Casa Real británica que distingue a sus proveedores oficiales- son los que sirve una bodega jerezana, Fundador. Lo tienen desde 1895. Los Windsor ya sabían entonces que con un poco vino o brandy en las tragaderas eres capaz de tutear al mismísimo diablo. Ya seas reina de Inglaterra, obispo de Roma o banderillero en Cádiz.

Cuenta el veterano corresponsal de Antena 3 Antonio Pelayo que durante el viaje oficial de Francisco a Japón se acercó al Papa para confesarle que había estado a punto de quedarse en tierra por un obstinado dolor de lumbago. El Pontífice le respondió como un resorte: “Es no es nada, hombre; eso se quita con brandy, con Cardenal Mendoza”. Será por eso que en su último viaje oficial al Vaticano el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, llevó tres obsequios al Santo Padre. A saber, una medalla de la Virgen del Rocío, un vídeo de Canal Sur de la Magna de Sevilla y una botella de Cardenal Mendoza… Benedicto XVI tampoco era ajeno a las bondades de este licor bendito. En una comida con un cardenal español, en los postres, le ofrecieron un poco para rematar el almuerzo. Ratzinger se resistió al principio, pero cuando supo que se trataba precisamente de un brandy llamado Cardenal Mendoza respondió: “Ah, pues sí lo voy a tomar porque será el único cardenal que no me haga daño”.

Acabamos de despedir a Francisco. Probablemente con más honores y boato de lo que él hubiese deseado realmente. Pronto en el cielo de San Pedro se habrán disipado los vientos fúnebres y solo habrá lugar para fumatas y para quinielas. Cuando el Cónclave designe al nuevo Papa lloverán los análisis sesudos, conoceremos cada detalle de la vida y obra del elegido, monarcas y jefes de Estado se apresurarán a plantarse ante el Santo Padre recién presentado al mundo. Quizá entonces desde

Jerez le llegue discreta y ceremoniosa una botella de Cardenal Mendoza. Puede que el Papa se moje los labios, dé un sorbo y como sus antecesores sienta el calor envinado, punzante y dulce de sus soleras. Quién sabe si este será el único cardenal al que pueda confesarle sus secretos, el único del que se pueda fiar Su Santidad.

stats