La otra orilla
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Descanso dominical
Jamás me llevo un libro a casa sin haberlo olido antes. No sé si es instinto animal, un ritual caprichoso o si es que definitivamente necesito terapia. Ya puestos, en caso de tener que pisar una consulta preferiría que fuera por algo así, aunque dudo si tendría que ir al psicólogo o al otorrino. Buenas tardes, estoy enganchado al olor de los libros, ¿esto tiene cura? - le preguntaría en la primera cita. No se preocupe, le ocurre a mucha gente. Y entonces, muy a mi pesar, me diría que, aunque no es sencillo desintoxicarse, se puede salir y que lo primero y fundamental es la voluntad, querer hacerlo. No habría segunda cita. Siempre he pensado que, según con qué cosas, una intoxicación a tiempo no solo es necesaria sino saludable.
Catar un libro es un ejercicio fascinante. No se trata de asaltarlo y llevártelo a la nariz en el mismo movimiento. No funciona el aquí te pillo aquí te mato. Primero debe haber una presentación previa, un saludo inicial, lo que podríamos denominar la fase visual y táctil. Así sabremos cómo se llama, quien lo ha parido e, incluso, cuáles son sus intenciones, su historia, adónde nos quiere llevar. Es aconsejable deslizar las manos por su fachada, percibir la suavidad de sus formas, acariciar los relieves, tocarlo y agarrarlo con decisión y delicadeza. Solo entonces podremos pasar a la fase olfativa y lo abriremos al fin. Debemos saber por dónde desplegar el libro; en las primeras páginas el relato apenas ha empezado a cocinarse y en los capítulos finales la fuerza del desenlace lo eclipsa todo, así que lo haremos, aproximadamente, por el ecuador de su cuerpo, donde se concentran todos los aromas. Decía Grenouille en El Perfume que todos tenemos dos tipos de olfato, el analítico y el imaginativo. Creo que es justo aquí cuando ambos se dan la mano en una coreografía perfecta.
Como pasa con los vinos, no todos los libros huelen igual. Olvídense de eso. La fragancia dependerá de su tiempo, su edad, el aliento del papel, el calado de la tinta, la música de las palabras. Dependerá hasta de nuestro estado de ánimo y, por supuesto, del abajo o arriba firmante. La lección inaugural de la Feria del Libro de Jerez -extraordinaria edición la de este año- fue un regalo de manos de Julia Navarro. Sus novelas desprenden olor a verdades incómodas, a la trastienda de la historia, a nuestras grandezas y miserias; huelen a intrigas nuevas, a cielos grises y pasiones en color. Tienen el aroma literario de una taza de café en Estambul, un escondite en Granada, un amor inolvidable en Roma y un amanecer en Nueva York. Qué enorme placer abrir una de ellas, olisquearla, y bebérsela tranquilamente en casa. Hasta la última gota. Salud.
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