César y Dios

La ciudad y los días

Prosigue, y la que nos queda, la reducción de las corrientes internas de la Iglesia a ideologías políticas. La separación entre religión y poder temporal quedó establecida desde el principio por el conocido episodio evangélico del pago del impuesto: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Comentando este pasaje escribe el teólogo Xavier Pikaza: “Jesús se elevó de plano, sin caer en la trampa de fariseos y herodianos. No dice ‘sí’ (paguen), ni dice ‘no’ (niéguense a pagar), sino algo anterior y mucho más profundo: devolvedle al César lo que es suyo (salid de su campo), a fin de ‘dar’ a Dios lo que es de Dios (para realizar su proyecto en el mundo)… Este pasaje nos sitúa ante un gesto supremo de ‘insumisión activa’… Los hombres del César, que manejan el dinero y poder del sistema, en clave de ley, han querido y quieren poner muchas veces las ‘cosas de Dios’ a su servicio, en contra de lo que quiere y dice Jesús”.

Esto no significa desentenderse angelicalmente de los problemas del mundo, como pretenden quienes querrían una Iglesia cerrada en sí misma; ni recluir lo religioso en el ámbito privado, como pretenden quienes interpretan torcidamente el laicismo. Significa que el cristianismo tiene sus propias respuestas a los problemas del mundo y sus propios medios para actuar en él. El cristiano, siguiendo el modelo de santo Tomás Moro, patrono de los hombres de gobierno, puede intervenir en la política desde cargos o formaciones concretas, por supuesto dando prioridad a sus principios, pero también puede actuar en la sociedad al margen de las ideologías y partidos políticos, que para ello la Iglesia ofrece muchas posibilidades de poner en obra el Evangelio.

Como afirma la Gaudium et Spes, “la Iglesia no se confunde en modo alguno con la comunidad política ni está ligada a sistema político alguno”. Los cristianos que elijan actuar a través de la política deben evitar igualar creencia e ideología o, peor, subordinar la primera a la segunda. Caso especialmente grave cuando se trata de ideologías totalitarias, sea cual sea su signo. Tan indeseable fue nuestro nacionalcatolicismo como la relación entre los cristianos latinoamericanos, el comunismo y la guerrilla. Es lo que podría representar la compleja figura del padre Llanos, que pasó de intentar alistarse en la División Azul o dirigir ejercicios espirituales a Franco a militar en el PCE.

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