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No es descabellado calificar de espectáculos circenses muchos momentos de las sesiones parlamentarias, así en el Congreso como en el Senado. Al PSOE y al PP se lo debemos, con las minorías como secundarios de lujo. Tampoco es arbitrario atribuir la condición de maestro del circo hispano a Pedro Sánchez. Domina casi todas las facetas del artista de circo, las despliega a diario y supera a unos competidores estancados en la categoría de aficionados.
Es, por ejemplo, un gran contorsionista. Lleva haciendo contorsiones ideológicas y políticas desde el mismo momento en que se dedicó al sector público. Cambia de opinión con facilidad pasmosa, mantiene una relación muy flexible con la verdad y retuerce sus principios según le convenga. Su única firmeza es la falta de firmeza.
También brilla como acróbata (no me gustan los peyorativos saltimbanqui o volatinero). A valentía y audacia no le gana nadie. En esta legislatura se ha instalado sucesivamente o en la cuerda floja o en el alambre y, aunque con sustos periódicos, nunca se cayó. Cierto que dispone de algunas redes de seguridad –aliados que nunca le fallan a la vez–, pero casi todas presentan agujeros. Su éxito viene de la habilidad, y el poder, para ir contentándolos poco a poco y administrando sus chantajes. Maneja muy bien las subidas del precio de las redes (votos) que aseguran su continuidad más o menos airosa en el trapecio.
¿Y qué decir del malabarismo? Es un maestro con la destreza y agilidad requeridas para este ejercicio de lanzamiento y recogida de diversos objetos sin que se rompa su equilibrio inestable. Soporta perfectamente el estrés de atender un plato que se detiene y, al segundo, evitar que caiga el bolo que acaba de lanzar y, de reojo, vigilar a un tercero o un cuarto. Un día estás pendiente de atender a Junts y te salta ERC con sus exigencias, y mientras negocias con el PNV, Bildu te recuerda lo que le habías prometido, sin olvidar los bolos más manejables de Sumar, BNG y demás. Nadie salvo Pedro Sánchez es capaz en España de hacer tantos malabares y tan difíciles sin que se fastidie el invento. Y todo eso con jueces y periodistas incordiando para que al trapecista-contorsionista-malabarista se le caiga encima el sombrajo.
Para lo que no tiene ninguna capacidad es para hacer de payaso. Es más, uno de los más grandes errores de la oposición es tomarlo por payaso. Cualquier cosa menos eso. Así Feijóo no llegará a nada.
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