Alberto Núñez Seoane

Mucho menos que un club

Tierra de nadie

02 de septiembre 2024 - 01:09

Fue, decían, “más que un club”, sí, pero sobre todo fue un gran club de fútbol, en el que tuvimos la suerte de ver jugar a dioses y hombres y hasta al mismo dios.

Llegaba Hendrik Johannes Cruyff a la liga española. Jugaba el Barsa contra el Madrid, en el Bernabéu, fue un 17 de febrero de 1974. El Barsa ocupaba entonces el puesto número 14, pero terminó ganando la Liga en aquella temporada. Mis compañeros de Facultad eran aficionados, yo no; me convencieron y fui con ellos a disfrutar del espectáculo. El Barsa terminó aquel partido ganando por 0-5, y yo me quede pasmado viendo lo que vi. Y lo que vi fue jugar al futbol como lo haría el mismo Zeus en el campo glorioso de su Olimpo inmortal: jugaba Johann Cruyff. Y como era él quien jugaba, los demás, con todo respeto, sólo lo acompañaban, y lo hacía en el FC Barcelona, pues me aficioné al fútbol, y me hice azulgrana.

Zeus con todos sus dioses, el FC Barcelona, sus socios y todos los aficionados, hicimos posible , entre todos, disfrutar de la excelencia en su mayor expresión, del “no va más” en lo sublime, de lo divino en la Tierra: además de Johann Cruyff, primero, Diego Armando Maradona -su majestad “El Pelusa”-, después, y como remate final, el mejor jugador de todos los tiempos en la historia del fútbol: Lionel Messi, nos llenaron de orgullo, nos regalaron momentos que quedarán para la Historia, y nos ofrecieron el mejor fútbol que a un humano le sea factible disfrutar. Kubala, Luis Suárez, Marcial, Rexach, Neeskens, Asensi, “Tarzán” Migueli, Guardiola -imbécil, pero un futbolista extraordinario-, Ronaldinho Gaucho, Romario, Xavi, el gran Puyol, y … D. Andrés Iniesta, entre otros muchos, fueron estrellas de un firmamento que alcanzó la gloria de lo insuperable: ¡lo ganábamos todo! y lo hacíamos jugando el mejor futbol que se haya visto, jamás, en el planeta ¡Gracias por eso!, que es lo que en realidad importa, pues de fútbol, no de otra cosa, hablamos.

Me apunté en el equipo de “La Peña Barcelonista de Madrid”, que ya hay que tener ganas … -lo digo por jugar, como azulgrana, en los campos madrileños-, jugábamos en 2ª Regional; luego lo hice en el “Guindalera”, el equipo del barrio en el que viví por un par de años, luciendo, con orgullo, la camiseta y el calzón con los mismos colores que los del Barsa. Cuando regresé a Jerez, con la carrera terminada, y casi dos años de servicio militar en las costillas, junto al inolvidable Pepe Amaya, en su pequeña tienda de electricidad de la calle Lealas, allí tuvimos la primera sede, fundamos la “Peña Barcelonista Jerezana”, de la que a día de hoy soy el socio número 1, el de mayor antigüedad, y de la que, con copia de estas mismas letras a su Junta Directiva, me doy de baja irrevocable.

La vida continuó, y yo seguí con mi sana afición durante muchos, muchos años: discutiendo con mis amigos madridistas, llevándome muchas alegrías y sufriendo también no pocas decepciones; era fútbol, deporte, un juego...

Con el paso del tiempo algo empezó a cambiar, algo que acabaría por cambiarlo todo. El FC Barcelona empezó a “jugar” partidos en los que no había balón ni porterías ni césped …, “partidos” que nada tienen que ver con el juego ni con el deporte ni con el fútbol. Ya no estaban Cruyff ni Maradona, hubiesen sufrido, pero aún nos quedaba él: en el campo jugaba dios.

La política más miserable, la mezquina intolerancia, la repugnante discriminación y un odio propio de seres grises, ruines y despreciables, se vistieron de azul y de grana. Directivos imputados, juzgados y algunos condenado... más que elocuentes sospechas de árbitros sobornados... descortesías primero, mala educación después, rencor luego, amenazas, desprecios, insultos y agresión ahora... ¡Estoy más que harto!

Estoy harto, sí, de que piten a la Bandera que juré, que me representa y por la que muchos murieron... y no pase nada. Harto de que silben al Himno de la nación en que nací y crecí, en la que nacieron mis hijas y crece mi nieta, de la que estoy orgulloso y por la que siento: España... y no pase nada. Harto de que insulten y abucheen al Jefe del Estado de mi patria, que es la de todos los españoles... y no pase nada. Y aunque algo pasase, ya me daría igual, porque no quiero tener nada que ver con esa ralea de impresentables malnacidos y desagradecidos.

Y llegó, como suele acontecer la gota que colmó el, ya casi rebosante, vaso, en este caso fueron dos, las gotas digo. Una: la selección española volvió a hacer historia al ganar su cuarta Eurocopa 2024 de modo incontestable, barriendo a todos los grandes: Italia, Alemania, Francia e Inglaterra; el FC Barcelona felicita a “sus” jugadores en la selección nacional, ni al resto ni a la propia selección... ¡no hay palabras!, se puede ser ridículo y casposo, luego están Laporta y sus mequetrefes. Dos: la selección olímpica de futbol gana la medalla de oro en los pasados Juegos Olímpicos de Paris, más de lo mismo: exactamente idéntico, grotesco, pueril y rastrero comportamiento ¿Discutir...?, no se puede discutir con un fanático: “Es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema”, ya lo dijo Churchill.

Estoy harto de fantoches y trileros; cansado de faltas de respeto, injurias, patochadas y necedades; harto de racistas y fanáticos, de radicales idiotizados que se piensan mejor que nadie; cansado de mediocres, mezquinos y miserables.

Al FC Barcelona ya no le importa el fútbol. Golpistas, traidores y mercachifles han hecho del que fue “más que un club”, una piara de paranoicos obsesivos que sólo quieren, pues pensar no saben, hundir España y destrozar a los españoles, ¡ah, me olvidaba, y que pierda el Real Madrid...!, todo un ejemplo de “grandeza”, “altura de miras” y costrosa “magnanimidad”.

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