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Por montera
Nadie lo entiende. Nadie comprende por qué se puede mentir ante un juez y que ser acusado tenga un escudo protector. En España la justicia no es como se ve en las películas de Hollywood donde el imputado está obligado a decir la verdad. Hace quince años, 185 meses, 804 semanas, más de 135.216 horas, la familia Del Castillo Casanueva vivía feliz y en paz. Y en paz se entiende como el habitual discurrir de los quehaceres de una familia donde el trabajo y los estudios eran el pan de cada día. Los especiales se destacaban por alguna boda en la familia o breves vacaciones en forma de escapadas a la playa para aliviar los apretados días de calor del sofocante agosto sevillano. El padre, Antonio, la madre, Eva junto a sus tres hijas, Marta, Lorena y Mónica de 17, 13 y 10 años, comían juntos en una sencilla casa de La barriada de Tartessos de Sevilla hasta que un día de enero de 2009 Antonio entró en el dormitorio de Lorena y Mónica para contarles algo que sabía iba a destrozarles esa vida. Ese trágico día un padre se vio en la difícil tesitura de apretarse el corazón, emprender el pasillo desde el salón hacia el dormitorio de sus hijas pequeñas, abrir la puerta de la habitación, pedirles que le escucharan para comunicarles que Miguel había confesado que asesinó a su hermana Marta. Desde ese día muchas son las cosas de la vida de la familia que han cambiado: Antonio y Eva son abuelos. La pequeña es la que les arranca alguna sonrisa y como además se parece a Marta le cantan canciones infantiles. Han cambiado muchas cosas de sus vidas, pero el no poder enterrar a su hija les mantiene en una condena perpetua. Siguen esperando que confiesen la verdad. Su hermana aún sueña que Marta le dice por las noches dónde está para ir a buscarla. Y recuerdan, algo que sí les aún hace sonreír: que les echaba azúcar a los macarrones con tomate. Y así, después de 15 años, y faltan solo 6 para que Carcaño salga a la calle, si no antes, el crimen de Marta del Castillo sigue siendo un caso lleno de errores y, al menos, aparentes injusticias. Ahora la justicia ha absuelto al Cuco y a su madre por mentir sobre la muerte de Marta del Castillo y esquivan dos años de cárcel. En efecto: nadie lo entiende. Nadie comprende por qué en la justicia española se permite a los acusados mentir. Ahora bien, y tras consultar a mi ilustre abogado de cabecera, Joaquín Moeckel, me recuerda que según el artículo 24 de la Constitución tenemos derecho a la presunción de inocencia y a no declarar contra nosotros mismos. Aunque a mí me sigue pareciendo que así nunca se hará justicia.
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