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La crestería
Mucho se habla por ahí de que los tiempos nos lo han cambiado todo. Que si la vida no era como antes ni las cofradías tampoco. Todo cambia y no se puede luchar contra el presente imperante.
Y ahora que estamos en el Domingo de Pasión y que a esta Cuaresma le queda un cuarto de hora, hago memoria de lo que fue para un chaval de barrio como yo, este tiempo que era el de la ilusión porque estaba ya cerca la Semana Santa y la salida de los pasos.
Para quien suscribe la Cuaresma era pedirles a tus padres una caja de zapatos y hacer un pasito chico para jugar sobre el terrazo del patio de la casa. Recuerdo cómo los claveles se hacían de bolitas pequeñas de papel de seda rojo pegadas con pegamento ‘Imedio’.
Era el momento de las cofradías y las tardes se rasgaban por el sonido de las cornetas y la escuadra de tambores de la banda que ensayaba en el interior del colegio del barrio. La Cuaresma siempre traía de la mano una túnica de alquiler con muchos rotos y una pelea con tu madre para que te la tuviera en perfecto estado de revista cuando llegara el día de la salida.
La Cuaresma, mi Cuaresma, tenía sabor a arroz con leche los viernes y a torrija los domingos por la tarde. Todo con mucha miel. Días de expectación por el simple hecho de ver al primer nazareno por las calles el Domingo de Ramos.
Cuaresmas de besamanos de los antes. Con gladiolos en las jarras y con palios flotantes. De montajes macarenos con el trono de reina al final de una larga escalera improvisada en cualquier altar.
Recuerdo que no había estampitas de cofradías, pero sí el coleccionable que cada año hacía entrega el Diario si recortabas los cupones que venían en la última página. Eran noches que se rellenaban de vídeos VHS con el ‘Nazareno Penitente’ o la famosa historia de la carta. Cuaresmas sin montaje de palcos y una Rotonda de los Casinos que se preparaba para ser el verdadero pulmón de la Semana Mayor. Los tiempos nos han cambiado. Yo diría que ni para mejor ni para peor. Pero si me dejan elegir, yo me quedo con la de la caja de zapatos. Debe de ser que ya me estoy haciendo viejo.
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