Rafael Navas

El cuarto rey mago

Entre paréntesis

06 de enero 2008 - 05:00

La mañana del día de Reyes, el niño, sentado a las faldas de su padre, jugueteaba con un muñeco articulado que Sus Majestades le habían dejado junto al portal de Belén. El padre, embobado con la contemplación de la sonrisa y del brillo de los ojos de su hijo, conversaba con él mientras le hacía arrumacos. La estampa entrañable se completó con una frase del crío tras la que se hizo el silencio en toda la casa: “Papá, anoche vi a los Reyes Magos”. Aquello fue interpretado por el papá y la mamá como la típica salida infantil fruto de la emoción del momento. Estuvieron hablando con su hijo acerca de la experiencia durante un rato, hasta que le preguntaron cuál de los tres Reyes Magos le había parecido más simpático. “¿Tres? Eran cuatro reyes”, interrumpió el niño. “¿Cómo que cuatro? Los Reyes Magos son Melchor, Gaspar y Baltasar, hijo. Seguramente te confundes con algún paje o acompañante”, le corrigieron sus padres. “No, no y no, eran cuatro”, insistió el niño, que acto seguido, con ojos iluminados por la magia, empezó a dar detalles de lo sucedido aquella noche. “El Rey Melchor —explicó— me dijo que este año eran cuatro y que así iba a ser ya para siempre. Luego vino el Rey Gaspar y me lo presentó. Era más bien bajito, con poco pelo y con una barba muy cuidada. Llevaba gafas y siempre me sonreía. Se sentó junto a mi cama y empezó a hablar conmigo. Me preguntó qué pensaba yo de la Navidad, si montaba el nacimiento en casa, si me gustaban los gatos y los dulces. Él me confesó que lo que más le gustaba era el tocino de cielo y me pidió que el año que viene, junto al agua para los camellos y la copita de vino, le dejara una pequeña porción de ese dulce que, me aseguró, nació en Jerez”. Los padres contemplaban atónitos lo que su hijo les estaba contando tan convencido de ello y con una enorme ilusión . Aquel hombre le contó al niño que era una suerte muy grande poder ser Rey Mago, y más aún, poder serlo en Jerez y le animó a rezar a la Virgen de las Angustias, a que creyese siempre en Sus Majestades y a que tratase de vivir haciendo felices a los demás. El cuarto Rey Mago, según contó el niño a sus padres, olía a Navidad y se fue de la mano de Baltasar antes de poder decirle cómo se llamaba. Lo que sí tenía muy claro aquella criatura es que aquel encuentro le había marcado para siempre.

Pasaron los años y el cuarto monarca siguió visitando a aquel niño, puntual y fiel a su cita cada noche de Reyes. El niño fue creciendo y se hizo mayor. Un día, de visita con sus padres a una exposición en el Ayuntamiento, contempló una serie de fotografías de señores importantes en la historia de la ciudad y se detuvo ante una de ellas: “Papá, mamá”, dijo señalando, “ese señor es el Rey Mago que me visita todos los años desde que era niño, ese es el cuarto Rey Mago del que siempre os hablé”. Al pie de la foto que les indicaba podía leerse: “José Alfonso Reimóndez ‘Lete’. Concejal del Ayuntamiento entre 2003 y 2007”.

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