David Gilmour, alma viva de Pink Floyd

Si va a una tienda de instrumentos musicales, acérquese a las guitarras eléctricas y pregúntese cómo con una de ellas hay quien impresiona más que quienes dan sermones, discursos históricos o escriben 'best sellers'

14 de diciembre 2024 - 06:00

David Gilmour alma viva de Pink Floyd   Regioactive.de 1
David Gilmour alma viva de Pink Floyd Regioactive.de 1 / © Regioactive.de

Quien alegre los días, quien consiga emocionar, quien llene de paz, quien endulce tus sinsabores, merece que le escuches, interioriza y vibra con su sintonía, aprovecha el bienestar que reporta, préstale atención, óyele, no le dejes escapar. Hay tanto ruido ahí afuera, que es difícil aislarse del griterío, de esa máquina estridente que destroza oídos y, por extensión, a los cinco sentidos. Urge librarse del zumbido ambiental, salir raudos de esta jaula de grillos y, afortunadamente, existen válvulas de escape, rítmicos sonidos al alcance auditivo. Para nuestra dicha, ahí tenemos a la música, bendita ella y bendito sea David Gilmour, alma viva de la legendaria banda de rock Pink Floyd que, rozando las ochenta primaveras, sigue alegrándonos la vida con cada canción o acorde, con cada punteo, ‘riff’ o arpegio, con cada tono de voz inmaculada, con cada solo magistral de su guitarra nos impulsa a renacer. Así lo ha hecho conmigo en Roma, doy fe.

El mundo musical y sus genios son como las religiones, mueven montañas y fieles. Aunque se prodiguen con cuentagotas, causan un efecto imán entre esos millones de seguidores o ‘feligreses’ planetarios, que nunca fallan ante cualquier convocatoria multitudinaria. Tras nueve años sin publicar disco ni realizar conciertos, Gilmour presentaba este 2024 su cuarto trabajo en solitario, asociado a una gira que me llevó a presentarme ante él en la ciudad eterna el 1 de octubre. No en vano, se dan pocas experiencias tan gratas, sensoriales e irrenunciables. De hecho, ese día también tuve la infinita suerte de contar con un ‘guía’ excepcional y sabio de la música, como mi amigo y compañero en Diario de Jerez, David Sánchez. Eso sí, dos horas antes de asistir a la puesta en escena de nuestro ‘ídolo’ lo perdí de vista al quedarme embelesado con la imagen de un niño americano que, posando junto a su madre con un casco de gladiador a las puertas del Coliseo romano, me llevó a inmortalizarlo con la cámara del teléfono móvil. Así me sentí yo cuando minutos después observé a Gilmour actuando en el Circo Massimo.

Niño con casco romano a las puertas del Coliseo.
Niño con casco romano a las puertas del Coliseo. / Jesús Benítez

En honor a la verdad, me quedé sin palabras ante la magnitud del concierto interpretado por David Gilmour en el corazón del imperio, ese mismo lugar mágico donde antaño se realizaban carreras de cuádrigas, ceremonias fastuosas y grandes espectáculos de renombre. Debo reconocer que casi perdí la noción del tiempo y el lugar. Tanto es así que reclamé al tocayo del músico, mi inmejorable acompañante de apellido Sánchez, realizar una de sus inigualables crónicas visuales de la actuación que acabábamos de disfrutar. David retrató a David de forma magistral: “Por generación, llegué tarde a Pink Floyd. Cuando nací, el ‘Dark Side of the Moon’ llevaba un año en la calle. A mitad de los 80 era un imberbe que se tumbaba en el suelo de la habitación a escuchar los dos discos que le sucedieron: ‘Wish you were Here’ o ‘The Wall’, abstrayéndome del mundo. En plena pubertad, devoré todos sus discos, desde el ‘Piper’ con el que se descubrieron al mundo pasando por el que más horas ha reproducido en mi vetusto Sansui de 1978, el ‘Meddle’ y esa epopeya del rock progresivo que es ‘Echoes’. The Beatles, Pink Floyd, Led Zeppelin: no sé en qué lugar del podio colocar a los tres mejores grupos de la historia del rock. Da igual. Están en el Olimpo… Y ya peinando canas, se presentó la oportunidad de ver en directo a la leyenda viviente de David Gilmour y no podía desaprovecharla. El Circo Massimo de Roma era el escenario perfecto para presenciar un show con una atmósfera íntima y grandiosa a la par; una noche mágica en la que este titán de las seis cuerdas deleitó a los que nos congregamos allí. La primera parte del concierto de Gilmour en la cuna de las civilizaciones se inició con los acordes del trío Breathe-Time-Breathe (reprise), del ‘Dark Side of the Moon’. Luego llegó ‘Fat old sun’, inserto en el ‘Atom Heart Mother’ y ‘Wish you were Here’, acabó con la fantástica ‘High Hopes’ y la segunda con la potente ‘Sorrow’. Le siguieron varias del nuevo disco, otras de su etapa en solitario y ‘Coming back to life’ del disco ‘The Division Bell’, quizá la mejor ejecución de toda la noche. Tras otra breve pausa, la fiesta llegó a su cénit con ‘Comfortably Numb’, bajo un espectáculo de luces láser que iluminaron el Circo Massimo. Una ejecución sin grandes alardes, pero qué más daba. Era Gilmour y ‘Comfortably numb’, un tema con uno de los mejores solos de guitarra de la historia. Y allí estuvimos para disfrutarlo en una noche inolvidable".

El público vibró con la interpretación de Comfortably Numb.
El público vibró con la interpretación de Comfortably Numb. / ©Anna Wloch

David Gilmour, nacido en Cambridge el 6 de marzo de 1946, es un hombre de pocas palabras, prefiere hablar a través de su guitarra, ambos son la misma esencia. El inigualable músico británico nunca precisó de extravagancias para mantenerse en la élite del rock durante medio siglo. El primer disco de Pink Floyd (The Piper at the Gates of Dawn) sale al mercado en 1967, año tras el que Gilmour sustituyó al guitarrista, voz y líder Sid Barrett (con problemas de salud) para el segundo álbum (‘A Saucerful of Secrets’, de 1968), donde incluyò el uso de pedales de efectos para dar atmósferas envolventes, toda una revolución y seña de identidad para el grupo. A partir de ahí, Pink Floyd dio vida a 15 álbumes de estudio, 3 álbumes en vivo, 9 recopilaciones, 4 box sets, 6 EP, 27 sencillos, 28 videos musicales y 9 álbumes en video. Entre sus grandes éxitos se encuentran ‘Another Brick in the Wall (Part II)’, ‘Wish You Were Here’, ‘Comfortably Numb’ y ‘Money’. Esta mítica formación ha vendido más de 300 millones de discos en todo el mundo y se les considera como los pioneros o creadores de estilos tan importantes como el rock psicodélico, sinfónico y progresivo.

Como muy bien recuerda Francisco Cebriá en su canal de YouTube (‘Música en Contexto’) pese a mantener una conflictiva relación con el también fundador de Pink Floyd, Roger Waters, la colaboración entre ambos dio de sí una de las más fecundas contribuciones a la historia de la música en la década de los 70. Roger se marchó y David reflotó Pink Floyd a mediados de los ochenta con ‘A Momentary Lapse of Reason’ (1987), al que siguió ‘The Division Bell’ en 1994. A partir de ahí David comienza una carrera en solitario, justo cuando llega a su vida Polly Samson, fotógrafa, periodista y escritora, con la que se casó a mediados de los noventa, invitándola a colaborar con sus letras. En el tema ‘Coming back to life’ describe la trascendencia que ella tuvo al llegar a su vida. “Supe que el momento había llegado / Para matar el pasado y regresar a la vida”, son dos de los versos de la canción. “Estaba pasando por un momento difícil con mi grupo, mis relaciones, todo ese tipo de cosas. A principios de los ochenta, pasé por un momento realmente tortuoso; realmente no me di cuenta de si estaba fuera de control, pero probablemente lo estaba. No te llamaré un don, Polly, pero algo llegó a mi vida que era real y ella no lo toleraría [las drogas]. Solo necesitaba un pequeño empujón, realmente, para dejarlo atrás”, ha relatado Gilmour al periodista Geordie Greig del ‘The Independent’.

Gilmour interpretó con su hija Romany dos temas.
Gilmour interpretó con su hija Romany dos temas. / ©Anna Wloch

Lástima que las palabras escritas no emitan sonidos para expresar lo que este grandioso músico transmite. De hecho, hay quien definió la influencia musical de David Gilmour como experiencias lisérgicas, relativas a alucinógenos. Sin necesidad de recurrir a sustancia alguna, les invito a una sesión de bienestar escuchando su último álbum ‘Luck and Strange’ y, si no es mucho pedir, cuando tengan la oportunidad de visitar una tienda de instrumentos musicales, acérquense a la zona de guitarras eléctricas, obsérvenlas con detenimiento y pregúntense cómo es posible que con una de ellas haya quien impresione y diga cosas más trascendentales al tocarla que quienes escriben libros calificados como ‘best seller’, por no hablar de quienes dan sermones o discursos considerados históricos. David Gilmour llega al corazón, a la médula, deja huella en tu cerebro y el alma. Te marca para siempre.

Puestos a elegir una canción del trabajo que acaba de publicar, me quedo con 'Scattered' (‘Disperso’). Se trata de una obra de arte a modo de meditación poética sobre el paso del tiempo y la naturaleza efímera de la vida. Desde el inicio, Gilmour invita al oyente a caminar con él por un sendero, evocando una sensación de nostalgia y reflexión: “Toma mi brazo y camina conmigo, una vez más por este viejo y polvoriento camino. El atardecer corta la colina por la mitad. Nuestras sombras se extienden hacia atrás para tocar la noche. La luz se está apagando, dices, pero estos días oscuros fluyen como la miel. Estos días se están desacelerando, toda una vida en un vistazo, la luz más clara brilla en la oscuridad, brillando sobre mí… Estoy parado en un río, empujando contra la corriente. El tiempo es una marea que desobedece. Y me desobedece, nunca termina”. Tócala otra vez, David…

(*) Jesús Benítez, periodista y escritor, fue Editor Jefe del Diario Marca y, durante más de una década, siguió todos los grandes premios del Mundial de Motociclismo. A comienzos de los 90, ejerció varios años como Jefe de Prensa del Circuito de Jerez.

stats