La ciudad y los días
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Me temo que soy uno más entre esos cuarenta millones de españoles a los que acometió alguna urgencia a eso de las nueve de la noche del pasado lunes. Me perdí, como ellos, sin el menor dolor de corazón, el tan esperado debate entre el mayor Narciso hispano desde tiempos de Godoy y el más oscuro y gris secretario de la Monarquía desde los legendarios vizcaínos al servicio de los Austrias. El debate entre los candidatos con opciones a próximo presidente fue el menos seguido de la historia y hay muchas razones para ello que no caben aquí. Mi abstención no es indicativa de nada, no recuerdo haber seguido uno nunca, pues repudio esa forma maximizada de engañifa que son los debates electorales, en los que todo está orientado al triunfo de la mentira, desde el medio elegido –la televisión– hasta el trabajo de los moderadores, pasando por las actuaciones de los histriones. Mi idea de democracia madura consiste en partidos leales con la Nación y la Constitución que expresan sus ideas en programas cuyo cumplimiento los electores deberían exigir como lo que son, compromisos en firme ante los ciudadanos.
Parece unánime opinión que el chulesco y tramposo Sánchez fue derrotado y hasta avasallado por un sobrio que no brillante Feijóo. Eso me ha hecho interesarme por las propuestas de éste y he aquí que encuentro que quizá la más destacada es el ofrecimiento al PSOE del compromiso recíproco de dejar gobernar al candidato más votado sin necesidad de pactos con otras fuerzas a derecha o izquierda. La idea no ha encontrado, como era de esperar, el menor eco en quien sólo confía en reeditar la fórmula Frankestein, pero nadie repara en que semejante posibilidad vendría a ser, ante todo, un peligroso deslizamiento de nuestra democracia, que es parlamentaria y exige la construcción de mayorías suficientes para gobernar, hacia un pseudopresidencialismo sin segunda vuelta. Su principal efecto sería la marginación total de ese más del 40% de la ciudadanía que no vota ni PP ni PSOE porque no le da la gana, pero que en absoluto lo hacen a opciones ilegítimas, al menos con la ley en la mano.
Naturalmente, detrás de esta propuesta antidemocrática y profundamente caciquil, no está más que el irracional y paralizante miedo de Feijóo a Vox, el gran protagonista oculto de un debate y de unas elecciones condicionadas de cabo a rabo por su existencia y su resistencia.
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