Domingo de Ramos
Horarios e itinerarios

Alberto Núñez Seoane

... Decidir...

Tierra de nadie

“SER o no ser … ésa es la cuestión”, la otra es decidir ahora o no decidir … en este momento, porque decidir vamos a tener que decidir, lo hagamos por acción o por omisión.

La decisión es el instante culminante del proceso que hemos venido describiendo: pensar, meditar y reflexionar, para decidir de modo racional. Es evidente que podemos tomar una decisión, la que sea, sin haber antes reflexionado o meditado o ni siquiera pensado, en este caso, salvo que la diosa fortuna sea nuestra satisfecha amante y tengamos hipnotizado al azar, las consecuencias serán, con mucha probabilidad, inconvenientes, malas o desastrosas. Pero si seguimos el orden razonable de las cosas y respetamos la lógica, es decir, si pensamos, meditamos y reflexionamos para ser conscientes de los conocimientos que tenemos, los sabemos organizar y somos capaces de sacar las conclusiones adecuadas que apoyen la decisión por la que nos hemos de decantar, contamos con muchas más probabilidades a favor que en contra para que el resultado de nuestra determinación ayude a conseguir el fin que nos proponemos; si bien es obvio que nadie, ni nada, puede garantizar de modo absoluto el acierto, total o parcial, de la misma.

En cualquiera de los casos, cuando después de haber dedicado el tiempo y los recursos que nuestra mente pone a nuestra disposición, asumimos y llevamos a cabo la acción de decidir, lo que estaremos haciendo es ejercer la libertad, y al hacerlo nos realizamos, nos hacemos más personas, nos mostramos leales de hecho -esto es importante, pues, en este supuesto, de nada sirven las intenciones si en eso se quedan, de nada las palabras si tras ellas no llegan las acciones- a la esencia que nos califica y condiciona: la de seres humanos.

No podemos conocer que es la libertad, es ininteligible, no poseemos los medios para alcanzar su conocimiento, pero sí sabemos de su existencia porque forma parte de nuestra esencia, y sin saber quién la pudo crear, ni de dónde viene, ni de su permanencia en el Tiempo, o no, si podemos tener la seguridad de que en tanto existamos como seres humanos, la libertad también lo hará, pues sin ella nosotros no podemos ser lo que somos.

En el ejercicio de esa preciada e imprescindible libertad, decidimos, y de cual haya sido la decisión, incluyendo entre las muchas posibles la de no tomar ninguna, dependerán las consecuencias que estén, antes o después y de manera irremediable, por llegar.

Ya hemos apuntado, en varias ocasiones, que la finalidad que todos perseguimos es la felicidad. Lo que hacemos o dejamos de hacer, los planes, las ilusiones, los deseos, las esperanzas y los proyectos, tienen como objetivo llegar a ser todo lo felices que podamos y por el mayor tiempo posible. Estamos mentalmente obligados a creer que nuestra presencia en el mundo en el que vivimos se debe a alguna razón y no al puro azar, puede que nunca lleguemos a conocerla, esa razón, pues entra dentro de lo factible que esa causa quede muy lejos del alcance de nuestro conocimiento, sin que importe lo extenso o intenso que éste pueda llegar a ser; por esto, por nuestra muy limitada dimensión y las tres también limitadas dimensiones en las que construimos la realidad en la que existimos, siempre habrá motivos, causas o razones que, por lo restringido y efímero de nuestra naturaleza, jamás podremos conocer.

En ocasiones pareciese que tuviéramos miedo a decidir, pero no es así, no es la decisión lo que nos infunde temor, son sus consecuencias las que nos inquietan, preocupan o amedrentan. Sin embargo, si lo pensamos con detenimiento, que es como se debe pensar, no tenemos alternativa posible, pues, como hemos dicho, el no decidir es también una decisión, y si es porque lo hayamos así elegido, entonces está bien, pero si es por falta de valor para tomar otra cualquiera que no sea esa, si es la indolencia o la cobardía la que decide por nosotros, entonces las nefastas consecuencias serán, más que probables, seguras.

Ejercer nuestra libertad, tener el derecho, la oportunidad y la opción -y hasta la obligación, diría yo- de decidir, no es, ni más ni menos, que incorporar a la realidad los seres que somos; negarse, abstenerse … no es, ni más ni menos, que renunciar a ser lo que somos.

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