La Rayuela
Lola Quero
Otra Andalucía
La esfera armilar
El andalucismo político nació de una reacción contra el caciquismo, el latifundismo y la explotación de los trabajadores. No había otro caldo primigenio que ese, por más que se quieran añadir aderezos ideológicos para decorar las iniciativas de unos y otros. Hasta la segunda década del siglo XX y obviando el esperpento de la Primera República, no puede hablarse de contenido político en un movimiento identitario que, en la práctica, se reducía a aspectos culturales y folclóricos. Los fuertes efectos desintegradores de la unidad del Estado que derivaron del caos generado por el desgobierno republicano, dejaron un poso de interés por la diferencia.
Blas Infante y sus próximos tenían un espíritu libertario, eran en realidad anarquistas de cuello duro y, en ocasiones, no ocultaban su rechazo a los partidos políticos. Nunca tuvieron, por otra parte, éxitos electorales, por más que no podían evitar situarse en alguno de los partidos, siempre de izquierda moderada, para poder así aparecer en escena. La habitual ubicación en la izquierda que hoy se hace del andalucismo político, es razonable. Porque esa reacción contra la injusticia y la desigualdad suponía una reacción frente al estatus conservador de la exigua burguesía andaluza. Pero en el cultivo de la diferencia los andaluces no estamos cómodos; al fin y al cabo descendemos, en nuestra inmensa mayoría, de españoles de otras regiones. Andalucía fue adjetivada al principio de su completa incorporación a la corona de Castilla, como la "Novísima" por haber sido repoblada por los (re)conquistadores.
Pero con todo eso, hasta aquí hemos llegado. Andalucía es hoy uno de los elementos de un Estado estructurado sobre la confluencia de territorios con un alto grado de autonomía política y administrativa. No cabe ya reivindicar una identidad política porque esa identidad ¡es constitucional! La Andalucía autonómica con sus símbolos es una realidad jurídica y no una aspiración basada en la ideología o el partidismo. Lo natural, lo inteligente, lo razonable es asumir esa realidad y apartar del camino los viejos prejuicios y sus alamares. En la práctica, el andalucismo político ha triunfado. La derecha, ciertamente fue un obstáculo. Lo fue porque la cuellicorta burguesía andaluza nunca creyó en Andalucía. Ahora ya no tiene más remedio que creer en ella, de modo que la derecha política y la sociológica hacen bien orientando de buen grado, el timón hacia la corriente.
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