Felipe Ortuno M.

Memoria histórica

Desde la espadaña

10 de enero 2021 - 05:00

TODOS tenemos heridas invisibles, pero indelebles, señales abiertas de doloridos recuerdos, pero queridos, como el traje que más gusta, pero oprime, porque esta piel nuestra cuarteada es historia de los días gloriosos y las noches aciagas, de veladas eternas y de tragos bebidos, de sabores, de dolencias, de amores, de vida, en suma. Todos cargamos con el aire respirado hasta el momento, a falta del soplo que limpie el gemido troquelado. Como salmones en busca de aguas pretéritas desovamos hiel en vez de vida, contracorrientes agotadoras, cabalgando sobre heridas marchitas que agotan, que envenenan la luz renacida de cada incomparable amanecer. Estancados en lo acaecido, caducamos, detenidos en la memoria patológica marchitamos primaveras arrugando los preciosos rayos que cada día nos regala el sol; porque la piel se pliega por dentro, se arruga el alma, cuando el recuerdo se estanca en la historia imperfecta del pasado.

Es preciso expectorar las heridas que infringieron los fracasos, vomitar ahogos para curar la pena y retomar la tierra para plantar el árbol, y sentir la semilla, el pequeño grano que contiene futuro. Con agua pasada no vale la pena mover el molino de antiguas fatigas, no vale la pena… Heridas de antaño, memorias abiertas, heridas de siempre… Es preciso un bálsamo para el pretérito, una mano que dulcifique misericordiosa la llaga que todos llevamos incurable. ¿Hasta cuándo seguiremos anclados en la memoria del odio?

Abramos la puerta a una nueva primavera para cabalgar la esperanza que derrote los vetustos fantasmas del pasado. Soñemos un presente lleno de vástagos, avancemos para conquistar el porvenir y desechar de una vez para siempre esos tiempos de rencores eternos. Me gustaría que entre todos alejáramos las sombras del pasado y tejiéramos el sueño reconciliador de las viejas Españas destructoras. Porque la vida, de nuevo, se nos está yendo en delirios guerra-civilistas de un eterno retorno a la estupidez humana. Y porque me duele la vida quisiera transformarla, reescribirla, componerla de otra manera para interpretar el libreto de una posible nación armonizada. Que se dinamiten los resentimientos. Que la venganza sea enterrada por la fraternidad. Que la realidad mostrenca abra paso a la utopía de abrazarnos en las diferencias necesarias…

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