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Marco Antonio Velo
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Quousque tandem
Como dijo sir Winston Churchill -habitual referente de estas columnas- la democracia es el peor sistema de gobierno ideado por el hombre, con excepción de todos los demás. Ayer, los andaluces decidimos nuestro destino inmediato. Expresándolo, como aprendíamos en teoría política, mediante el sufragio universal, libre, igual, directo y secreto. Debemos ser conscientes de que la democracia es mucho más que votar. Es una forma de vivir en libertad a la que cada día le aparecen nuevos enemigos, como los defensores de ese engendro llamado democracia iliberal, donde votar es un formalismo para reforzar al poder ejecutivo y a los liderazgos fuertes. Meros eufemismos para llamar por su nombre a lo que son regímenes autoritarios. Abundan también los valedores del modelo chino. Ese en el que la democracia se desprecia hasta desaparecer a cambio de un nivel económico aceptable. O lo que es lo mismo, las sempiternas dictaduras de pan y toros.
Hoy será el día del análisis. De las celebraciones y las decepciones. Del volver a empezar para unos y asumir el gobierno para otros. De las quejas y críticas. Y también, de los ofendidos porque el resultado no les gusta y el resto se equivoca. Los mismos que, desde un ridículo complejo de superioridad mantienen que es un escándalo que su voto -aunque nunca he llegado a entender por qué- valga igual que el de otros. Que siempre son los que no votan como él. Recurramos a Churchill de nuevo y recordemos que el mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio. En democracia no hay un solo voto ilegítimo o que no merezca respeto. Todas las voluntades se han expresado libremente. Hasta las que no nos gustan. Incluso las que aborrecemos.
Los gobernantes, y ese es un gran problema, olvidan a veces que las decisiones sobre el futuro común afectan a todos; a la mayoría y a las minorías. Minorías que podrán ser mayoría mañana. Los políticos y los militantes de los partidos tienden a creer que el suyo es el mejor de los programas e incluso, aunque siempre será una percepción subjetiva compartida con sus votantes, que llevan razón. Pero deberemos admitir que la mayoría puede opinar de otro modo y no valorar de igual manera nuestros éxitos. Volvamos una vez más a sir Winston, que tras ganar la guerra perdió las elecciones, y grabemos en nuestra mente que la democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás.
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