Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
El pinsapar
Confieso que esperaba alguna reacción del magistrado gaditano Juan Carlos Campo sobre la amnistía de Pedro Sánchez a los delincuentes del procés condenados o por condenar, juzgados o por juzgar. Porque se había pronunciado con nítida claridad años antes en el sentido, entonces universal, de la ilegalidad de esta medida. Como Pedro Sánchez incluido, insisto, como todos. El ex ministro de Justicia del Reino de España se había manifestado absolutamente en contra, afirmando que la amnistía era ilegal (sic). Otros han cambiado de opinión, como es sabido, el magistrado no opinaba cuando lo dijo, manifestó una certeza completa. Y no pensó entonces que acabaría siendo designado Juez del Tribunal Constitucional ni que le llegaría un asunto a juzgar que él tenía tan claro. El magistrado Campo es un experto, además, en Derecho Penal, disciplina sobre la que ha escrito y enseñado. En Cádiz, en la Audiencia Provincial, estaba más tranquilo, qué duda cabe. Sin embargo, Juan Carlos Campo ha debido vivir un quinario con esta decisión que finalmente ha tomado. Porque las otras opciones, descartado por supuesto el trágala (ha demostrado que es un hombre digno), sólo podrían ser el sí a la sentencia de constitucionalidad, o el no. Con el asterisco, también por supuesto, de su voto particular en cualquier caso. Ha elegido la menos costosa en términos personales, en términos ideológicos. Porque argumentos jurídicos para oponerse a esa barbaridad interpuesta a cambio de los votos para la investidura, le sobran con seguridad. Aunque la decisión de inhibirse, no participar en las deliberaciones ni en la votación, también era medicina delicada. Que deberían purgar igualmente, por contagio de dignidad, otros miembros del Constitucional. Vinculados de un modo ostensible a la persona del presidente Sánchez o a la administración socialista. El caso de Conde Pumpido, presidente del Tribunal con voto dirimente en caso de empate, es otro distinto y muy específico, que se explicará en su momento. Se trata de un estrés tremendo el que afectará al Tribunal que preside Conde Pumpido, ex Fiscal General, a la cabeza del sector progresista, que le llaman a los jueces presumiblemente cercanos a las posiciones del Gobierno de Sánchez y son mayoría en la actualidad. El juez Campo, es sabido, ex ministro del Gobierno de Sánchez, también es adscrito a este grupo. La batalla que se está dando ya en el interior de esta institución clave de nuestra Democracia es el anticipo de la gran batalla que se avecina, la batalla decisiva del refrendo por el cual los ciudadanos de Cataluña romperán de hecho la unidad nacional de España, arrogándose la exclusiva soberanía, hurtándola al conjunto de los ciudadanos y violentando la Constitución vigente.
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