Carlos / Colón

Con dolor y esperanza

La ciudad y los días

08 de agosto 2014 - 01:00

QUIENES amamos como cosa propia, íntimamente nuestra, la cultura judía, desde el Antiguo Testamento y la sabiduría talmúdica hasta los modernos Rosenzweig, Bashevis Singer, Edith Stein, Arendt, Buber, Raymond Aron, Lévinas o Amos Oz -por citar filósofos, santos cristianos conversos, periodistas o escritores-, pasando por los Maimónides, León Hebreo, Nachman de Breslau o Spinoza…

Quienes, como escribió el cardenal Lustiger, creemos que los cristianos que reniegan de sus hermanos mayores judíos incurren en un blasfemo paganismo, porque somos judíos nuevos, seguidores del Nazareno que abrió el judaísmo a los gentiles…

Quienes hemos mamado convivencia y tolerancia entre cristianos, judíos y musulmanes en esa escuela privilegiada que fue Tánger, fuimos invitados por amigos marroquíes a festejar en sus casas el fin de Ramadán, rezamos con amigos judíos en la sinagoga de Nahon e invitamos a esos amigos marroquíes y judíos a nuestra primera comunión...

Quienes creemos necesaria la existencia del Estado de Israel por razones históricas y racionales, pero también personales y emocionales (porque hemos visto, por ejemplo, los números de un campo de exterminio tatuados en el antebrazo de la dueña del bakalito tangerino)…

Quienes creemos necesaria y posible la existencia de un Estado Palestino que conviva en paz con Israel y el reconocimiento del Estado de Israel por los países árabes; y nos alegramos de esta tregua, deseando de todo corazón que las negociaciones de El Cairo traigan la paz…

Quienes por cultura y sentimiento pensamos y sentimos así deploramos las muertes de las 1867 víctimas palestinas (casi todas civiles) -y sobre todo las de los niños, porque los niños no tienen religión, ni raza, ni nacionalidad: solo son niños- provocadas por esta ofensiva defensiva (todo lo inició Hamas) desproporcionada y torpe (porque la eficacia de una acción militar se mide también por el bajo número de víctimas civiles que cause).

Pierden más que nadie, poniendo el mayor número de muertos, los civiles palestinos. Pierde Israel, en estado de emergencia permanente desde que se fundó en 1948 y condenado injustamente como único culpable. Sólo gana Hams que, no se olvide, es la organización terrorista yihadista que ha cavado los túneles y disparado más de 3.000 proyectiles sobre el territorio israelí; a la que las vidas de los palestinos le importan aún menos que a Israel y mucho le benefician.

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