Más allá del dolor
Más allá del dolor
Sorprende cómo de un dolor terrible puede salir tanta belleza, cuajarse el temor y la desolación en la armonía clásica de los versos, con temblor humano llegar a una perfección casi divina. ‘La vida más allá del crepúsculo’ (Barcelona: Carena, 2024), del gran poeta Fernando de Villena (Granada, 1956), está dedicado a su hija María Teresa “con todo nuestro amor”, la cual fallecía en agosto de este año, cuando el volumen se encontraba ya en la imprenta, después de una implacable enfermedad. El corpus del libro viene precedido por una significativa cita de Friedrich Nietzsche: “Yo amo a quienes no saben vivir de otro modo que hundiéndose en el ocaso. Pues ellos son los que pasan al otro lado”. Está estructurado en tres partes. En la primera, “La cuadriga de oro”, la evocación de días felices contrasta con un presente empañado por la angustia y el miedo, donde el vate adivina sombras apocalípticas. Consciente de su vulnerabilidad, “perdido en el espacio y en el tiempo”, quiere asirse al “salvífico asidero de la fe”, pero reconoce que “me faltan ya los ánimos para seguir viviendo”. Con todo, las firmes creencias religiosas, junto al solaz de los paisajes naturales —en particular, la contemplación del mar—, permiten al autor encontrar en las palabras música para sus sueños “y poner bien alzada la bandera/ del sol y la esperanza”. Aunque ante la turbadora belleza se va sobreponiendo la tragedia.
Pues “convertir la existencia en escritura” constituye la resistencia contra la amargura del poeta, en los desgarradores textos que integran la segunda parte, “El amargo sabor de la retama”, Villena deja constancia de su ira frente a la injusticia del destino: “algo se nos rebela en lo más hondo/ y se nos pudre el corazón de rabia”. Y testimonia un dolor y un amor inmensos. Desde la atalaya de los años, es posible una reflexión con perspectiva: “Todo se lo llevó/ no sé bien si una brisa o un tornado”. Y una cruda constatación: “Se me mueren parientes y allegados, / se me van familiares y yo mismo/ ya me veo de pie frente al abismo”. Pero, en última instancia, le queda la poesía para dar cuenta de su profunda pena. La imposibilidad de volver al pasado conmina con la impotencia al contemplar el sufrimiento del ángel que más quiere y, en el ánimo, hacen mella injustificados remordimientos: “Mi completa salud es una ofensa”. Desesperación, agonía, sombras y tormentas impregnan páginas que consagran también el patrimonio de los recuerdos.
El tercer apartado, “Mástil de esperanza”, incluye una composición de igual título donde el náufrago reclama “el pecio salvador de la esperanza”, pues “ya bien he pagado/ tropiezos, necedad y demasías/ de una lejana juventud sin freno”. Libro directo y franco, en él el autor también presta atención a las penalidades de otros, que su empatía impide considerar ajenas —en poemas como “Recuerdos e inquietudes” o “La cruz de piedra”—. Al cabo, su tragedia es la del ser humano. Todo ello expresado en versos magistrales, perfectísimos sonetos, alguna redonda octava y sapientísimas combinaciones métricas, formas precisas para un dolor completo, del que la esperanza cristiana sitúa más allá.
La obra finalizaría con el sobrecogedor poema “In morte”, escrito posteriormente y que Fernando de Villena desea incluir si hubiera nueva edición de ‘La vida más allá del crepúsculo’.
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