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Marco Antonio Velo
¿Por qué nadie debe faltar el próximo sábado 28 al Pregón de los Reyes Magos?
Alto y claro
El mundo está cambiando delante de nuestros ojos y la pandemia va a contribuir a que ese cambio coja aún más velocidad. La retirada de Estados Unidos de Afganistán, humillante y vergonzante como todas las retiradas de la historia, cierra con derrota la que posiblemente vaya a ser la última aventura imperialista, por utilizar el lenguaje de la izquierda heredera del 68, de Washington y deja el camino abierto para que Moscú y sobre todo Pekín hagan lo que más les convenga en aquella parte del mundo que pasa a ser enteramente de ellos. Los talibanes fueron una creación de los servicios de inteligencia norteamericanos para desestabilizar la posición de la Unión Soviética en Afganistán. Ahora han sido los talibanes los que han logrado echar a los marines tras una larga guerra de más de veinte años en la que se han dejado decenas de miles de vida y cientos de miles de millones de dólares. Fue un intento destinado al fracaso para crear algo parecido a una democracia en un país que es un mosaico de tribus y en el que la democracia como la entendemos en Occidente es imposible.
Posiblemente, a Estados Unidos no le quedaba otro remedio que salir ya de Afganistán y no seguir quemando vidas y dinero en una ratonera en la que no había camino de salida, aunque era imposible hacerlo peor de lo que lo negoció Trump y de cómo lo ha llevado a cabo Biden, que en sus primeros meses en la Casa Blanca está destrozando todas las expectativas que se habían puesto en él. Visto con la perspectiva de hoy, Saigón en 1975 no dejó de ser un accidente que a la postre sirvió para que Washington se replanteara algunas cosas y pudiera completar década y media después su victoria en la Guerra Fría. Pero ahora las cosas son muy diferentes. La fuerza simbólica de la espectacular ofensiva de poco más de una semana de los talibanes y las escenas pánicas del aeropuerto de Kabul es tremenda. La potencia que ha regido los destinos del mundo durante todo el siglo XX y los albores del XXI ya no va a volver a ser nunca el policía del orden mundial. El eje ha girado y ahora son otros los que se van a repartir el pastel. Y ese reparto no se va a hacer mirando al Atlántico, sino al Pacífico. Europa va a quedar cada vez más lejos de los escenarios que los que se va a decidir el futuro del mundo. Es algo que inevitablemente terminaremos pagando.
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