Santiago Cordero
El cumpleaños
El pasado 10 de enero cumplió 87 años mi padre. Estuvimos un rato en lo de Diego, como no podía ser de otra manera brindamos en honor del cumpleañero y de la salud de todos. Pasado el típico ritual, entre buenos deseos y risas, no tardaron los mayores en hablar de fútbol. Empezaron las retahílas de alineaciones de otros tiempo dichas de carrerilla. Que si los cinco magníficos del Zaragoza, "Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra"; que si la delantera del Bilbao, los viejos no le llaman Atheltic club, "Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza"; que si la Galerna del Cantábrico o Cañoncito pum... Inevitablemente los mayores aterrizaron al fútbol local. ¿Te acuerdas del Plata? ¿Cómo se llamaba aquel jugador del Industrial? Eloy se fue al Valencia ¿te acuerdas? Por supuesto, se hizo un exhaustivo repaso a los jugadores jerezanos que habían jugado en Primera División. Al final de la conversación se fue aterrizando en tiempos más actuales, que si el ascenso ante el Ceuta con el gol de Poyatos en Domecq, que si el viaje a Gramanet o el ascenso a Primera División; que si Schuster, Gorosito, Oliver o Pacheco.
En un rato repasaron toda una vida. Por unos instantes los ojos brillaron con la fuerza y la ilusión de la juventud. Mi padre y sus amigos, a través de sus historias y batallitas, recrearon una España de otro tiempo, de otras exigencias, de otras dificultades, pero a pesar de ellas, llenas de vivencias y esperanzas. No se quién fue, pero de pronto uno de ellos preguntó ¿Este domingo con quién juega el Xerez? A lo que alguien respondió, “yo creo que con el líder. El Murcia o algo así". "Sí, sí, el UCAM", dijo otro. Entonces la conversación se convirtió en presente. Se habló de la categoría que nadie había conocido, de Checa y del Pirata, de las bajas en el equipo, de la afición y sobre todo de expectativas, de esperanzas, de ilusiones y de deseos, porque la vida es eso, entre los recuerdos y los deseos futuros, es el momento presente, el día a día. De nosotros depende cómo y en qué nos gastamos lo único que no se puede recuperar.
Sería eso de la una y media y había que volver a casa para almorzar, así que nos despedimos y emprendimos el camino de vuelta. Durante el regreso todavía hubo tiempo para que me contase alguna que otra anécdota del Xerez que se le había quedado en el tintero. En ese momento estuve en desacuerdo con aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, el tiempo presente junto a los que quieres no tiene comparación con nada.
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