La emergencia de actuar en Iraq

Editorial

11 de agosto 2014 - 01:00

MILES de iraquíes yazidíes, una minoría que procede de los antiguos adoradores de Zoroastro, resisten en el monte Sinyar a la amenaza del grupo Estado Islámico (EI), que los considera seguidores del diablo. Sin esta calificación, pero también en grave riesgo, se encuentran los cristianos de Iraq, los kurdos y, en definitiva, todos aquellos que no abracen su particular modo de entender el islam. Ligados a Al Qaeda, aunque más extremistas aún, este grupo suní amenaza con consolidar su barbarie en amplias zonas de Iraq, de Siria e, incluso, del Líbano. Contra ellos, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, está lanzando ataques aéreos, con el único objetivo de frenar su marcha, salvar a las minorías e impedir que tomen Erbil, la capital del Kurdistán iraquí. La operación militar está más que justificada. Es cierto que la gestión que su antecesor, George W. Bush, hizo de la guerra de Iraq y de la posguerra fueran un desastre: la operación militar acabó en 2003, pero no ha sido hasta hace tres años cuando los militares pudieron salir del país. Para volver. La realidad, ahora, es bien distinta, aunque en cierto modo conecta con lo sucedido en los últimos años. Estado Islámico ha podido extenderse con tanta rapidez por el malestar de los suníes iraquíes, y en especial de algunas de sus tribus, que consideran que son los chiíes los verdaderos ganadores de la guerra. Algo de eso ocurre, y la diplomacia estadounidense ha tratado durante meses que el presidente Barsani abriese el juego al resto del país. De hecho, es el propio Obama el que ha querido subrayar que Estados Unidos no actúa como fuerza aérea de los chiíes ni de ninguna otra facción. La intervención norteamericana está justificada: la humanitaria, por supuesto, y la militar, también. Sin embargo, Estados Unidos no puede cometer el error de implicarse en una guerra sobre el terreno. Este error se conjuró en Siria, y Obama parece dispuesto a no involucrarse de nuevo en un país donde se perdieron muchas vidas estadounidenses. Ahora bien, eso no debe impedir que Estados Unidos y las potencias occidentales presten su apoyo a las autoridades kurdas, a las minorías religiosas y étnicas y al propio Gobierno del país. La barbarie de EIdebe ser detenida, no puede permitirse que constituya un califato. Los errores pasados cometidos en Iraq no pueden nublar la vista del análisis sobre lo que está sucediendo en amplias zonas de Oriente Próximo, donde el yihadismo más bárbaro se está quedando con amplias zonas del terreno y amenaza con desestabilizar a la región.

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