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NUNCA se ha visto un Gobierno con mayor desbarajuste, más tensiones internas, más personalismos, más iniciativas populistas y de tono menor mientras se dejan de lado cuestiones vitales para los españoles. Nunca se ha visto mayor descoordinación, más desconcierto ante los mensajes emitidos, mayor sensación de que el presidente y ministros no conocen el terreno que pisan y se meten en todos los charcos incluso en los que no existen, pero se los inventan. Los españoles no se merecen esto. Gobiernos incompetentes para resolver asuntos relevantes siempre los ha habido, pero nunca hasta ahora ha ocurrido que sea imposible saber qué proyectos tienen Sánchez.
Esta semana se han batido todos los records. El Gobierno anuncia oficialmente que derogará la reforma laboral, y ese mismo día ya se escuchan otras voces también del Gobierno que lo cuestionan. Yolanda Díaz insiste en la derogación … y el jueves, en una entrevista con Ana Pastor, dice que de derogación nada porque no se puede por cuestiones legales, como llevaban semanas apuntando los que saben de la cosa. De paso anuncia que de momento no se ha planteado ser candidata de Podemos a la presidencia del Gobierno. Conclusión: o el Ejecutivo se ha instalado en el engaño permanente, lo que no extraña porque su presidente tiene un doctorado en esa estrategia… o no se entera.
Es imposible saber qué pasa con la reforma laboral, porque no se no lo saben ni quienes la preparan. Pero puestos a especular, y a la vista de lo que se vive estos días últimos, la impresión que transmite esta peripecia demencial de consecuencias impredecibles porque no se sabe qué está en la cabeza de Pedro Sánchez, es que la ley actual tiene larga vida, y que su Gobierno hará algunas reformitas. Nada que ver con lo que defendía y lo que firmó con Iglesias en los documentos de la coalición. No es un asunto menor porque de cómo se articule la reforma laboral dependerá el futuro de los españoles: creación o pérdida de empleo, obligaciones de trabajadores y empresarios, supervivencia de las empresas en función de si pueden asumir los costes salariales y de despido, condiciones para contratar de forma temporal y un largo etcétera que hoy es imposible concretar porque el Gobierno está en lo que está: garantizarse los apoyos que le permitan a Sánchez mantenerse en Moncloa. Sin control de lo que hace y deshace, por supuesto. Jamás en España ha habido un gobernante con menos respeto a cumplir con la obligatoriedad de informar al parlamento sobre sus proyectos. Ni siquiera sabemos qué piensa hacer con los fondos de recuperación europea.
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