Rafael Sánchez Saus

Los errores se pagan

Es particularmente difícil de integrar a millones de individuos de etnia, religión y costumbres diferentes

06 de julio 2023 - 00:00

Al contrario de lo que suele creerse hoy, los países europeos no sólo han emitido en el pasado importantes contingentes de población, también los recibieron de un modo por lo general exitoso. Durante siglos España, por ejemplo, al mismo tiempo que colonizaba inmensos territorios americanos, recibió, de forma mucho menos llamativa, a numerosos inmigrantes, especialmente italianos, irlandeses, flamencos o franceses, por razones religiosas algunas veces y otras muchas meramente económicas.

Lo mismo puede decirse de otros países, y quizá especialmente de Francia, tierra de promisión durante buena parte de los siglos XIX y XX de cuantos se veían en la precisión de abandonar su tierra o, simplemente, se sentían atraídos por una sociedad que aunaba libertad, bienestar, estado de derecho, vigor cultural y gran tolerancia en lo que respecta a costumbres y estilos de vida. Así, Francia se vio fecundada por numerosas colonias de españoles, portugueses e italianos, entre los más cercanos, pero también de polacos, rusos, griegos, armenios, libaneses o sirios. Esta historia de éxito puede haber estado detrás de la escasa cautela con que allí, como en otras antiguas metrópolis, se ha estimulado la llegada de enormes masas de inmigrantes procedentes de su otrora imperio colonial. La mentalidad descolonizadora, en la que la mala conciencia por los viejos abusos tenía un peso decisivo, hizo el resto. Sin ningún debate serio sobre las consecuencias económicas, sociales y culturales, sin que nadie se preocupase nunca de consultar a las poblaciones receptoras en barrios y suburbios, millones de individuos de etnia, religión y costumbres diferentes han sido trasplantados en escasas décadas y en condiciones que hacen particularmente difícil, cuando no imposible, una verdadera integración. Los frutos están a la vista en Francia y en todas partes, son ya el más importante problema de las sociedades europeas, aunque sólo los cada vez más frecuentes y vandálicos estallidos de violencia reclamen la atención de los medios. Incluso entonces, como vemos en estos días, muchos se empeñan en minimizarlos y hasta en justificarlos.

¿Cómo afrontar esta situación que está provocando ya cambios de enorme trascendencia social y hasta electoral? Nadie puede creer que estamos ante un problema de fácil solución, pero tal vez, guste más o menos, haya que empezar por algo tan elemental como hacer respetar la ley cueste lo que cueste y en todas partes.

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