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La ciudad y los días
Hablo con un amigo tan hondamente preocupado por la situación europea y española -sobre todo, me dice, porque tiene hijos y nietos- que me permito aconsejarle, como ya hecho otras veces en nuestras conversaciones y en estos artículos, lo que los italianos de los negros años 70 y 80 -que Indro Montanelli y Mario Cervi calificaron en dos libros como L’ Italia degli anni di piombo: 1965-1978 y L’ Italia degli anni di fango: 1978-1993- llamaron riflusso nel privato (retirada a lo privado). El Diccionario de la Lengua Italiana lo define así: “En lenguaje político y periodístico, comportamiento caracterizado, en un clima de grandes tensiones políticas y sociales, y de expectativas defraudadas, por el repliegue en la esfera de lo privado, con una consiguiente desconexión política y social”. ¿Un postura egoísta, insolidaria y elitista? Quizás lo primero y lo segundo, pero desde luego no lo tercero: es lo que, como un reflejo autodefensivo, urgidos por otras cuestiones, hace la mayoría de los ciudadanos en estos tiempos de baja y hasta miserable política degradada a extremos escatológicos (Yolanda Díaz, Óscar Puente) o de agresiones en sede parlamentaria (Gabriel Le Senne).
Ya que estamos en el año del centenario del fallecimiento de Joseph Conrad, que se cumplirá el próximo tres de agosto, propongo la bajada de Lord Jim a la bodega del Patna como metáfora. El infortunio conduce a Jim, marinero ejemplar, a enrolarse como primer oficial en el Patna, un barco miserable con una tripulación a juego que lleva peregrinos a la Meca. Durante una terrible tormenta baja a supervisar la bodega y la imaginación le juega la mala pasada de hacerle ver el débil y oxidado casco reventando. Sin saber cómo, se deja empujar por la miserable tripulación a un bote abandonando el barco. Pero el Patna no se hundió y fue rescatado. Fue la vida de Jim la que se hundió.
Cuando todos los días las noticias nos hagan bajar a la bodega de este Patna que es ahora España, no crean que el casco del Estado de Derecho no va a resistir esta tormenta de ataques a la separación de poderes o de sometimiento del bien común al interés del partido y el de este al personal. Resistirá. No salten a los botes de los extremismos de la izquierda o la derecha radical populista. Porque sería nuestra ruina, como fue la de Jim. Mirémonos en el espejo de Francia, dejándose arrastrar a los botes de Le Pen y Mélenchon.
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